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La familia y el adolescente

La adolescencia supone el cambio de niño a adulto: un gran cambio a nivel físico, psicológico y social. A esto se le suma una inestabilidad emocional y una fuerte presión social para que la y el adolescente pueda adaptarse a determinados grupos, y que por temor de ser excluido, se integre a ellos ocasionando que este expuesto a situaciones de riesgo que lo pueden llevar a involucrarse en actividades muy peligrosas, tales como el consumo de sustancias adictivas, prácticas sexuales de riesgo, embarazos no deseados, conductas delictivas, así como a desarrollar trastornos alimenticios, depresión, suicidio, entre otras.

En esta edad aparece también un fuerte sentimiento de rebeldía a las normas impuestas por sus padres, por este motivo creen estar luchando contra la “opresión de sus padres” a través de comportamientos que saben les han sido prohibidos.

En este punto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace hincapié en el papel fundamental que tiene la familia en la prevención de los riesgos en la adolescencia. Si bien es inevitable la incertidumbre causada en esta etapa llena de cambios, o la aparición del sentimiento de rebeldía, el estilo de crianza positivo puede prevenir conductas de riesgo, ya que a mayor apoyo parental, menor incidencia de problemas.

Por otra parte estudios demuestran que el adolescente presenta menos conductas de riesgo cuando sus padres le brindan apoyo, atención y promueven el desarrollo de habilidades básicas con disciplina consistente y apoyo afectivo, donde ambos elementos contribuyen al desarrollo positivo del adolescente.

La familia juega un rol primordial en la prevención de conductas de riesgo, siendo el primer agente protector y facilitador del desarrollo saludable en el adolescente, por lo cual los padres deben promover una adecuada orientación para el desarrollo y la adaptación social de sus hijos adolescentes e intervenir eficazmente cuando surjan problemas; para ello es importante generar un ambiente positivo en el que todos los miembros de la familia mantengan vías de comunicación efectivas y afectivas.

La comunicación efectiva y afectiva necesita de mucho trabajo y practica por parte de los padres; como adultos debemos recordar que no somos perfectos, que todos cometemos errores y sobre todo que nadie nos ha enseñado a ser padres de calidad, que lo realmente importante es prepararse y esforzarse en educar y orientar a sus hijos, proporcionándoles mucho amor y atención, permitiéndoles que se conviertan en personas autónomas en lo moral y en lo intelectual, capaces de enfrentarse e integrarse positivamente a la vida.

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FV/I