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Mentiras e información en tiempos electorales

Las mentiras, imprecisiones y manipulaciones están presentes de nuevo en las campañas electorales. Sea para alcaldías, diputaciones, senadurías o la Presidencia de la República, son numerosos los candidatos que recurren a marrullerías para no sólo agredir a sus opositores, sino también engañar a los ciudadanos. Por ignorancia, mala fe o descuido, pero lo grave es que los cuatro candidatos a dirigir el país también echan mano de falsedades, aseveraciones con datos inventados, promesas irrealizables con tal de conseguir simpatías electorales. Lo pudimos comprobar en los dos shows llamados debates, como el realizado este domingo entre Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez.

Cada aseveración realizada durante la campaña por los candidatos presidenciales, cada cartel con imágenes o fotografías que presentan los cuatro en los debates, cada documento que sostienen contiene un dato que desmiente algo de sus opositores, cada meme que circulan los partidos y sus simpatizantes en las redes sociales con afirmaciones, cada mensaje que viene de un lado a otro con fuentes y medios supuestamente confiables, cada idea que se cuela a los aparatos móviles o computadoras, todo, absolutamente todo, requiere ser verificado, desmenuzado, autentificado. Padecemos en 2018 campañas que desinforman. Enfrentamos la carencia de información de calidad que permita al ciudadano evaluar y decidir.

Entendamos por información de calidad sobre asuntos colectivos aquella que es veraz, clara, precisa, fidedigna, confiable, oportuna, irrefutable, movilizadora, accesible, enfocada a un destinatario, validada, con contexto y antecedentes, que respeta a los otros iguales o diferentes y con un trasfondo ético. Sus características pueden parecer sinónimos, pero son distintas por sus respectivos matices.

Precisemos que disponer de información de calidad sobre asuntos de interés público es primordial para un país democrático. Gran parte de esa responsabilidad recae sobre los medios informativos, sean tradicionales, institucionales o emergentes; otra en instituciones que promueven políticas públicas de transparencia y rendición de cuentas, y también en las instituciones y los propios ciudadanos.

Pero en un proceso electoral recae bastante en los organismos electorales, los partidos políticos y sus candidatos, que en el caso de los últimos echan mano de estrategias y prácticas que sin ética alguna alientan la desinformación con tal de acumular poder. La comunicación y la información forman parte del manejo del poder, pero hacerlo con intenciones perversas denigra a sus hacedores y a la política.

Las actuales son las campañas de la desconfianza hacia la información que nos llega. Olvidemos los insultos y las agresiones; eso es basura que se elimina. Lo difícil para el ciudadano no entrenado es identificar cuando la información contiene medias verdades, insinúa algo, deja un rescoldo para meter dudas o da por hecho algo sin ningún sostén. Las verdades inapelables, la confianza emocional o los dogmas ideológicos para seguir a tal o cual candidato presidencial son un lastre, al igual que esa visión religiosa, moralina, infantil y de película de dividir las campañas entre los candidatos buenos, los que se apoya, y los candidatos malos, los que son contrarios.

De ahí la importancia del proyecto de periodismo colaborativo Verificado 2018, en el que participan más de 80 medios, universidades y organizaciones civiles que revisan noticias falsas, manipuladas e imprecisas sobre el proceso electoral para desmentirlas con información rigurosa y confirmada, como sucede en tiempo real durante los debates. Por eso es importante seguir a Verificado 2018 en sus cuentas en Facebook, Twitter y la web (verificado.com). Ahí encontraremos mentiras de los cuatro candidatos presidenciales.

Verificado 2018 advierte que sin importar cuál sea su origen, la información falsa tiene un sentido parecido al que se enfrentó en el temblor de septiembre de 2017: confunde, paraliza, asusta. La información falsa “busca, en ese sentido, socavar la libertad del ciudadano para decidir por quién votar. La información confirmada, precisa, rigurosa es clave para esa decisión en libertad”. Coincidimos. El periodismo colectivo cumple así parte de su misión, que incluye servir a la población y cuestionar lo que se informa desde las cúpulas de cualquier poder.

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JJ/i