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La política como espectáculo

Después de presenciar la lamentable exhibición de pobreza política de los candidatos presidenciables en la pasarela del domingo pasado, lo único que cualquier ciudadano con dos dedos de frente llega a concluir es a saber cuál es el candidato menos peor. El debate dejó más dudas que certidumbres de las cualidades que tendrá el próximo presidente de la República. Claro que, cuando un elector ya tiene decidido por quién votará, independientemente de su capacidad como futuro gobernante, cualquier penuria de los candidatos pasa a segundo término y se les perdona cualquier lapsus ostende.

Los ciudadanos somos meros espectadores de una contienda mediocre, plagada de jingles sosos, mensajes repetitivos, cansinos; spots poco creativos y aborrecibles, pero el debate fue el acabose. Si los candidatos no se toman en serio una actividad donde deben mostrar su mejor perfil para convencer a los electores de ser la mejor opción para llevar las riendas del país con responsabilidad, profesionalismo y seriedad; si los candidatos son incapaces de mostrar el mínimo respeto por su contrincante; si las propuestas quedan en segundo término y se privilegia la denostación, bonito presidente del país tendremos para los siguiente seis años.

Por un lado, un candidato desesperado por ser el tercer en discordia. El candidato de Todos por México está consciente de que, al igual que en su momento estuvo en esa situación el priísta Roberto Madrazo Pintado en 2006, no podrá remontar la preferencia de los electores. A pesar de ser el más experimentado en la administración pública, para su desgracia su apariencia de ñoño o nerd no le ayuda a mover a los votantes; además, el estigma priísta y su incapacidad para desligarse del presidente Enrique Peña Nieto inspira más rechazo que confianza.

El candidato de Por México al Frente, el más joven de los cuatro, tal vez también el más sagaz de ellos, con lo que no sólo se hizo de la presidencia y luego candidato de su partido, el PAN, sino que convenció a uno de supuesta izquierda, PRD, y a otro, también de supuestos ciudadanos, Movimiento Ciudadano, para coaligarse y, además, ser su candidato. No obstante, sus dudosos negocios y su estilo de vida poco transparente lo hacen ver como un candidato sin escrúpulos, ávido de poder; que tal vez suscite confianza sólo en el segmento de electores conservadores, que aún hay muchos en México.

Otra amalgama partidista insólita, Juntos Haremos Historia, con institutos políticos también de supuesta izquierda, Morena y Partido del Trabajo, con otro efectivamente derechista y conservador, el Partido Encuentro Social, impulsan un candidato sempiterno y tenaz, que su mejor cualidad es precisamente la perseverancia, se erige como fiduciario del descontento y enojo de la ciudadanía ante la precaria situación social, económica y política del país. Curiosamente, la mafia del poder –su machacona mantra– será quien lo acompañe a gobernar de ganar las elecciones, dado que muchos de ellos se están pasando a sus huestes.

Por último, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, ahora el único candidato independiente, además de su discurso parecido a prédica clerical, tan sólo es bueno para contar chistes, no más.

Después del infortunado desempeño de los candidatos presidenciales el domingo he escuchado a muchas personas que sí irán a votar, pero lo harán en blanco; muchos otros responden con chistes, memes o justifican la puerilidad de su candidato. Menudo jefe de gobierno y de Estado tendremos el próximo sexenio. La banalización y frivolización de la política para convertirla en espectáculo circense es el mejor camino para erosionar los valores democráticos tan necesarios para revertir la actual situación del país.

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JJ/I