Internet y censura

2018-08-07 22:44:20

Históricamente, la radio y la televisión han poseído la mayor capacidad y responsabilidad sobre la difusión o censura de los contenidos de alcance masivo. Las cosas han cambiado mucho en las últimas dos décadas. Ahora, publicar un mensaje que podría llegar a millones de personas es algo que, al menos técnicamente, puede hacer cualquiera con un dispositivo conectado a Internet.

Sabemos, empero, que la gran parte de los mensajes que se publican en la web sólo son vistos por sus autores o por un círculo ínfimo de sus conocidos. Pero otros se vuelven virales o mantienen grandes audiencias cautivas. Si antes los medios tradicionales decidían, ¿quién escoge ahora cuáles contenidos deben permanecer y cuáles no? Por lo pronto, queda cada vez más claro el enorme papel que juegan las redes sociales y los motores de búsqueda.

Hasta hace algunos años empezamos a preguntarnos las implicaciones que esto tiene en la libertad de expresión y, sobre todo, sus límites. Particularmente ha sido a través de algunos episodios recientes, la mayoría en EU, pero que son de alcance internacional.

Se trata de casos en los que las compañías tecnológicas remueven o castigan el contenido de creadores por considerarlos ofensivos o por promover discursos de odio. Uno de los más sonados ocurrió en 2017, cuando el youtuber sueco PewDiePie, quien fuera el vlogger con mayores ingresos generados, perdió múltiples proyectos y dejó de ser parte del programa especial de publicidad de Google para creadores con gran seguimiento. El motivo fue que, en algunos de sus videos, PewDiePie hizo bromas sobre judíos.

Después, justo iniciando el año, el también youtuber Logan Paul fue expulsado del programa para creadores premium por subir un video de ‘comedia’ en donde aparecía el cadáver de un hombre que se había suicidado.

Pero no sólo YouTube ha dado pasos en la depuración de creadores premium. En mayo, Spotify, tras anunciar su nueva política contra discursos de odio, anunció que dejaría de incluir y promover el trabajo del cantante estadounidense R. Kelly, quien enfrenta acusaciones de abuso sexual de menores en su país. Sin embargo, la controversia estalló porque la música de R. Kelly no es precisamente ofensiva o promueve una ideología de odio, sino porque la decisión se tomó con base en su contexto personal.

Hace un par de días ocurrió el caso más estrepitoso: la censura total del norteamericano Alex Jones, quien tenía un informativo amateur en YouTube y algunos podcasts donde explotaba teorías de la conspiración a favor de la ultraderecha política, cuyo contenido no sólo fue removido de la plataforma de videos, sino también de Apple, Facebook y Spotify.

Si YouTube es lo más cercano a una especie de nueva televisión y Spotify a la radio, ¿los hemos sometido al mismo escrutinio que a sus predecesoras? ¿Es deseable que lo hagamos? Estamos en una etapa clave para mantener la defensa de la libertad de expresión, pero quizás también deberíamos reconsiderar sus límites.

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JJ/I

 
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