Consultas

2018-09-22 19:58:47

Durante varios meses hemos escuchado la discusión pública sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) y su posible puesta a consideración de la población en general. Por lo mismo, también hemos escuchado a muchas personas burlarse de esta intención, diciendo que la gente no es experta y no se le debe preguntar algo de lo que no sabe, que para eso están los expertos. Este particular punto de vista me recuerda a Porfirio Díaz, cuando puso a un grupo de notables, los “científicos”, a cargo de las decisiones de gobierno. En teoría suena bien, excepto porque perpetúa la idea de que el ciudadano promedio es como un niño pequeño al que hay que tutelar.

A propósito de niños pequeños, esto me recuerda una escena de la película Philadelphia. Al final de ésta, cuando el jurado se ha reunido para tomar una decisión, uno de sus miembros dice que no entiende cómo es que una firma de abogados pone un caso de máxima importancia en las manos de alguien “sin experiencia” a manera de prueba; si de él dependiera, pondría a su mejor abogado; y pide que alguien le explique “como si tuviera seis años”.

El sistema judicial de los Estados Unidos se basa principalmente en los tribunales de pares: ciudadanos comunes que deciden sobre casos de toda índole que llegan a las cortes. ¿Cómo es que en Estados Unidos se piensa que un grupo de personas comunes y corrientes pueden decidir sobre una gran cantidad de temas, con diferentes grados de complejidad? La respuesta es muy sencilla, cuando un asunto es muy complejo, se pide el apoyo de expertos, quienes deben explicar en los términos más sencillos posibles las partes más difíciles de entender y que pudieran tener que ver con cuestiones científicas como muestras de ADN, dispersión de partículas de pólvora, progresiones estadísticas, por mencionar unas cuantas. Si a los jurados no les queda claro, habrá que intentar explicarlo de nuevo. Esto significa que el papel de los expertos no es decidir, sino ayudarnos a entender.

A mí me preocupa que, en todas estas discusiones, no haya una sola publicación en los medios en la que los expertos nos expliquen detallada y claramente, todos los elementos a favor y en contra, así como sus repercusiones. Sólo vemos fragmentos. Leemos titulares en los que un grupo de ingenieros u otros apoyan o no la construcción, o en los que los financieros nos advierten de la “pésima señal” de cancelar inversiones. Pero yo sigo sin tener respuesta a preguntas tan elementales como ¿por qué se escogió ese lugar en particular y no otro? ¿Cómo va a afectar el hecho de que el terreno es inestable y se está hundiendo? ¿Cómo se va a conectar con la Ciudad de México si no hay infraestructura carretera ni de otro tipo para trasladar a los pasajeros desde y hacia el aeropuerto? ¿Por qué no se ha transparentado lo que se ha gastado hasta la fecha? ¿Por qué el aeropuerto de Toluca nunca fue considerado como alternativa? Si el aeropuerto militar de Santa Lucía afecta la operación de otros aeropuertos, ¿por qué sigue en funcionamiento? ¿Qué va a pasar con el sistema de recarga de agua del antiguo lago de Texcoco?

Estas y otras preguntas deberían ser contestadas puntualmente, para que nosotros (la gente común) al igual que nuestros representantes, puedan tomar decisiones informadas, en lugar de convertir esto en un expediente exclusivamente técnico en el que no podamos opinar nada. Finalmente, si aspiramos a ser una democracia, es en extremo importante empezar a educarnos en los temas de gobierno, no solamente porque todo esto se construirá con dinero público, sino por los efectos que tendrá en el desarrollo del país y de su infraestructura.

En lugar de declaraciones escandalosas, a todos nosotros se nos debe una explicación clara y sencilla, como si tuviéramos seis años.

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da/i

 
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