El Conacyt en su laberinto

2019-02-14 22:58:01

La divulgación en junio de 2018 del Plan de Reestructuración Estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por Morena por la entonces futura directora, doctora María Elena Álvarez-Buylla Roces (a partir de diciembre del mismo año ya funge como tal), es un documento de corte político como una propuesta alterna a la neoliberal (origen de todos los males): es un proyecto político-ideológico de un partido político en plenos comicios.

La primera idea genial fue el de agregar la “h” a Conacyt para incorporar las humanidades, y así generar “sensibilidades que promuevan una crítica de las condiciones de vida y convivencia de nuestro tiempo”. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define las humanidades como el “conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano, como la literatura, la filosofía o la historia”. La Secretaría de Cultura ya tiene un Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), donde tiene una distinción para “historia, ciencias sociales y filosofía”.

En fin, la semana pasada, la senadora de Morena Ana Lilia Rivera Rivera presentó la iniciativa de la ley de humanidades, ciencias y tecnologías (LHCYT). La senadora Rivera es presidente de la Comisión de Estudios Legislativos (ni siquiera es miembro de la Comisión de Ciencia y Tecnología, por cierto). En la exposición de motivos afirma que la inclusión de las humanidades será para “reivindicar” su papel “en la definición y direccionamiento del quehacer científico y tecnológico”. Y ésa es la única explicación para incorporar esta disciplina en el nuevo organismo.

En efecto, ya en el cuerpo de la LHCYT, en su artículo 7, párrafo XII, establece que uno de los criterios del Régimen Público de Fomento y Apoyos a las Humanidades, Ciencias y Tecnologías será “el papel de las humanidades en la definición de los principios y objetivos de la investigación y el desarrollo tecnológico”. No hay más justificación fundamentada de por qué se incluyen las humanidades en esta nueva ley.

Las humanidades generalmente se asocian con las artes y la creación de obras artísticas (artes visuales y populares, música, literatura, arquitectura, dramaturgia, etcétera), y por el otro, la investigación del desarrollo, historia y perspectiva de las humanidades en su conjunto. Las humanidades y las artes juegan un papel decisivo en la formación armónica de los estudiantes durante el paso por las aulas y favorecen el desarrollo de ciudadanos comprometidos.

Las ciencias y las humanidades no son disciplinas excluyentes, sino complementarias. Sin embargo, en el ámbito profesional, la distinción es clara: ambas poseen técnicas, habilidades y objetivos diferentes. Ni una puede determinar a la otra: las humanidades no definen los principios y objetivos de la investigación científica y tecnológica porque tienen lógicas y argumentaciones diferentes. Mientras que el interés principal de las ciencias naturales es el de predecir y explicar los fenómenos naturales y las ciencias sociales la conducta humana, las humanidades buscan entender las reacciones humanas a eventos y significados de sus experiencias en función de la cultura, la historia y la filosofía.

El uso de la ciencia y la tecnología para cumplir un programa político o para impulsar una ideología (de izquierda o neoliberal) desvirtúa y pervierte los principios mismos del conocimiento científico.

Presentar un proyecto más o menos elaborado es tan sólo la primera parte. Ponerla en práctica y elegir a las personas adecuadas para echarlas a andar es otra cosa muy distinta. La dirección de la máxima institución de apoyo al desarrollo de la investigación y la tecnología, que premia a quienes dedican años de su vida a la excelencia académica, ha empezado con el pie izquierdo: la pifia al designar dos funcionarios con insuficientes credenciales profesionales para ocupar cargos directivos obliga a cuestionar si con estos criterios podrán garantizar echarse a cuestas un ambicioso proyecto con la intención de lograr la “soberanía científica” de nuestro país.

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