De �lites y privilegios

2019-06-11 22:13:44

Hace unos días el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, aseguró que combatirá a la que llamó hiperélite académica, un sector de profesores investigadores que recibe becas que tienen como consecuencia marcar desigualdades. Afirmó que este grupo es responsable del sistema de castas que impera en el sistema educativo. Para quienes nos hemos desempeñado en una universidad, podemos decir que efectivamente hay una estructura que tiende a favorecer a grupos políticos que desarrollan  determinadas líneas de investigación, y estoy segura que existen muchas formas de equilibrar las condiciones de los trabajadores de la academia, pero no creo que la única estrategia posible sea dejar sin recursos a la investigación educativa.

A esta declaración se suman las vertidas por la Senadora Jesusa Rodríguez quien pugna por la eliminación de becas que el Fonca otorga a creadores. Añadió que no sólo los artistas, sino los académicos y los científicos “deberíamos bajarle a nuestros privilegios”. Resulta difícil ubicarnos en el mismo país que el funcionario y la legisladora habitan. Sobre todo cuando esta última, cuando se desempeñaba como creadora escénica, fue beneficiaria en reiteradas ocasiones de los apoyos que hoy busca enérgicamente eliminar.  Sin esos apoyos –oh, paradoja–  quizá su teatro de cabaret, sí, aquél que interpelaba de forma directa al mismísimo Carlos Salinas de Gortari, no hubiera sido posible. O peor aún, probablemente el teatro La Capilla, fundado por Salvador Novo y administrado por ella durante muchos años, hubiera tenido que cerrar sus puertas. 

Resulta incomprensible que en sectores fundamentales como la educación y la cultura se refleje con notable transparencia su postura neoliberal, esa que el discurso del gobierno federal insiste en combatir. Uno y otra pugnan por dejar a la gestión con la iniciativa privada la obtención de financiamiento. En sus posturas delegan sus responsabilidades al mercado. O quizá se trate de una visión mística que pretende que académicos y creadores hagan de su trabajo un auténtico apostolado o un ejercicio amateur. Los profesores y los creadores, especialmente los escénicos, no se caracterizan por su alto nivel de vida, todo lo contrario. Colocarlos en el pico de la pirámide de los privilegiados del sistema es ridículo y para colocarlo en los términos de la senadora, completamente locuaz. Quizá sea porque el título de su ponencia incluía “contra el odio: el humor”. Poca esperanza guardo si la crítica se entiende como odio y la falta de proyecto deba leerse como humor.

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JJ/I

 
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