Ant�gona en la post desesperanza

2019-06-13 21:49:51

Dolor. La autora confiesa que preferir�a que no existieran las causas que llevan a los escritores a crear libros como el suyo, Ant�gona Gonz�lez, que reflejan la violencia actual. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

Esta semana, con una lectura especial que se realizó en el foro cultural Palíndromo, se presentó en Guadalajara Antígona González, uno de los más prominentes títulos de la poeta mexicana, originaria de Querétaro, pero radicada en Tamaulipas: Sara Uribe.

Este texto, que aborda en una especie de dramaturgia poética las voces de las familias que buscan a sus desaparecidos, ha tenido un recorrido largo. Originalmente se publicó en 2012 con Sur+, luego en 2016 tuvo una segunda edición y, simultáneamente, una traducción al inglés publicada por Les Figues Press con la traducción de John Pluecker.

Este 2019 se publicó la tercera edición en colaboración con Sur+ y Quinqué Cooperativa Editorial, el sello tapatío antes llamado Ámbar.

En entrevista con NTR, Sara Uribe comentó que debido al dolor contenido en las múltiples voces reunidas querría que un libro como este no hubiera sido necesario.

NTR. ¿Cómo ves el libro a la distancia?

Sara Uribe (SU). La historia presente de nuestro país a lo largo de este tiempo, triste e indignantemente ha necesitado seguir hablando del tema, porque la desaparición forzada es un hecho y un crimen que sigue vigente. Es la necesidad de construir un duelo en comunidad, una comunidad de lectores como la de voces que el texto propone, pero también una necesidad de seguir reflexionando la posibilidad de imaginar futuros frente a este presente donde siguen ocurriendo cada vez más desapariciones y seguimos encontrando cada vez más fosas, más restos de crímenes que se cometieron en el pasado, pero cuyos cuerpos y cuyas presencias nos están hablando ahora en este presente que es el futuro de cuando el libro fue escrito.

NTR. ¿Ha cambiado algo en tu manera de ver el panorama?

SU. Si ahora intentara escribir este libro sería otro. Los testimonios y las posturas, las búsquedas de los familiares de las personas desaparecidas han cambiado en todos estos años, los discursos que yo leí en ese entonces no son los mismos. Hay un hartazgo, por una parte, con la falta de justicia y de claridad, la ausencia del estado en los procesos de búsqueda, en donde la sociedad civil ha hecho un trabajo extraordinario, las madres, las buscadoras, las brigadas y asociaciones han hecho algo extraordinario ante la ausencia del Estado, porque no tienen otra opción, esa labor me parece impresionante y que hay que reconocer nosotros mismos en la sociedad civil, porque ese es trabajo del Estado.

NTR. ¿Fue un parteaguas la forma en la que escribiste este libro para lo que escribirías después?

SU. Sí fue un parteaguas. Hay muestra de que en la literatura mexicana, no sólo en mi caso, el tema de la guerra y las diferentes violencias sobre el cuerpo a partir de la guerra contra el narco sí generó una marca y una huella en distintas escrituras. Estoy pensando en La reclamante de Cristina Rivera Garza, Bulgaria-Mexicali de Gerardo Arana, Los muertos de María Rivera como un primer bloque, digamos. Después el trabajo de una tapatía, Xel-Ha López Méndez, con Crónicas de un nuevo siglo en que retoma testimonios que también tienen que ver con el sicariato y las violencias sobre el cuerpo. Es un contexto que signa la producción de la escritura incluso en libros y autores que no necesariamente estén hablando directamente de la violencia, sino que todos estos procesos de guerra se entreveran con las escrituras aunque no quieras hablar de ellos, puedes estar hablando de cualquier cosa y de todas maneras está esa rendija de presente que se cuela en la escritura, como dice Cristina Rivera Garza, y a veces la violencia está como un paisaje, es como lo que está atrás y tú estás escribiendo, ocurre, está ahí.

NTR. ¿Hay una especie de responsabilidad en este acto?

Como dijo Nona Fernández al recibir el Sor Juana en la FIL hace dos años, hay una paradoja entre la responsabilidad y la libertad, sobre todo en la escritura de los jóvenes, porque concebimos la escritura como un acto de creación en libertad, pero en estos años, en estos tiempos, en tiempos de dictaduras y de guerra, en tiempos convulsos, hay una responsabilidad también en este acto creativo y libre. Pienso en ejercicios como el de John Gibler con Historia oral de la infamia, este libro que construye a través de los relatos de los sobrevivientes de Ayotzinapa, donde construye un coro de voces que va relatando secuencialmente, como si fueran muchísimos escorzos y miradas al mismo hecho, pero donde el se borra, aparece en el libro una sola vez, cuando junto con Marcela Turati están entrevistando al médico que no quiso atender a los chicos heridos. No me parece en efecto casual que sólo aparezca una vez, que sólo aparezca cuando lo interpelan y habla para hacerle preguntas acuciosas sobre la ética y atender a un herido, ahí hay todo un trabajo que él va a aparecer una sola vez, pero además no aparece, sólo aparece acompañado de una mujer, entonces también hay un sesgo de género, un tema importante en este momento sobre la escritura. Es decir: el tema de lo político y el cuidado que implica el cuerpo y la vida del otro, el dolor del otro en temas de violencia, pero también el cuidado en temas paritarios y de justicia.

NTR. ¿Qué estás escribiendo ahora?

SU: Estoy reescribiendo algo que tiene que ver con el futuro. Hubo un momento en el que estaba tan desesperanzada que me compré el discurso neoliberalista sobre que el futuro no existe y estaba escribiendo sobre la imposibilidad del futuro, hoy estoy reescribiendo esos textos, después de escuchar a Rita Segato y a Ileana Diéguez me di cuenta que un poco esa es la trampa, decirnos que no hay un futuro para que bajemos las manos y nos resignemos, lo que decía Diéguez en una conferencia en Quito, que justo una forma de resistir era intentar imaginar futuros posibles en estos escenarios tan complicados, lo que es difícil. Estoy tratando de reescribir esta desesperanza.

NTR. ¿Estás esperanzada?

SU. Pues estoy en una etapa post desesperanza, intentando imaginar que es posible a pesar de que las noticias que confirman que siempre puede haber algo peor. Intentando pensar qué puede existir después de la desesperanza.

NTR. ¿Qué sí te da esperanza?

SU. El amor. Pensar que a pesar de todas estas oscuridades, el dolor, las tristezas y la rabia justa, me da esperanza ver cómo hay madres que siguen después de años y lucha y cansancio, siguen buscando desesperadamente a sus hijos y tienen las fuertes de levantarse, escarbar e ir. Eso me provoca esperanza, que podemos generar una comunidad amorosa aunque tenga que ser frente a la tragedia, pero al menos ahí hay un algo que está uniendo y generando comunidad.

NTR. Claro, no es casual tampoco que en Antígona la mayoría de las voces sean de mujeres que buscan...

SU. Lo que no es casual es que las que buscan sobre todo sean mujeres. Son mamás, esposas o hermanas, hay una presencia femenina significativa. Por supuesto que hay un cuidado y una pertinencia, una pregunta: ¿me compete a mí hablar de este tema? ¿en qué lugar estoy situada? ¿soy mujer, soy hombre, mestiza, de un pueblo originario, qué relación tengo con el territorio, con los hechos?, son preguntas éticas y políticas importantes que hacerse en estos momentos para ofrecer una opinión o un trabajo escritural en torno a temas tan difíciles y polémicos como los que tienen que ver con la guerra, la violencia feminicida, sistémica o neoliberal, todo aquello que daña al cuerpo es algo que debemos preguntarnos desde el propio cuerpo, cómo querríamos ser tratados.

NTR. Parecen preguntas lógicas, pero que no se hacen necesariamente

SU. Son momentos para hacércelos desde la creación, no solo la escritura, pero las artes visuales, el arte, la escena están preguntándose como se preguntó Ileana diéguez como dialoga nuestro cuerpo como creadores con este imaginario de la rotura y la dislocación del cuerpo con lo que finalmente nos estamos enfrentando todos los días con las noticias. Todos los días vemos cuerpos violentados, ¿cómo va a dialogar mi cuerpo con esos cuerpos a través del cuerpo?

NTR. Otra pregunta fundamental es la que hace Teresa Margolles: ¿de qué otra cosa podríamos estar hablando?

SU. Claro. Aunque no creo que sea obligatorio hablar de este tema para todos. No creo un deber ser, en la escritura, pero a mí me hubiera gustado tener sobre la mesa estas preguntas siendo mucho más jóven. Me interesa poner estas preguntas a la mano de los escritores jóvenes, lo que se respondan o lo que hagan con esas preguntas es su responsabilidad, su libertad y su tarea propia, pero sí es importante plantear esas preguntas.

JJ/I

 
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