Surgen, sin control, moteles irregulares

2019-06-15 23:10:58

El negocio. La ganancia proviene de administrar los cuartos y no de controlar el trabajo de las sexoservidoras, justific� uno de los administradores. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

Un colchón y cuatro paredes. Un espacio sencillo y la mayoría de las veces carente de higiene y regulación alguna. Es un alojamiento temporal, las más de las ocasiones por apenas unos minutos, para muchos. Son los cuartos que hospedan a aquellos que buscan un encuentro ocasional.

Se trata de cuartos desocupados en domicilios particulares o en vecindades donde también viven familias. Cualquier área sin un uso específico representa un negocio potencial para sus propietarios o habitantes, que ofrecen la garantía de pasar inadvertido a cualquier hora del día.

Estos cuartos se encuentran, sobre todo, en algunos barrios y colonias del sureste de la ciudad como La Penal, la Hernández Romo y Revolución, donde es común que los tacones altos y las minifaldas formen parte del paisaje, poblado de hoteles de paso y clubs para trasnochados.

De noche y de día, mujeres y travestis suelen esperar a sus clientes a las puertas o tras las ventanas de estas edificaciones de fachadas humildes en un comercio que se acuerda en voz baja y frecuentemente sin necesidad de hablar.

Algunos de los parroquianos pasan en sus autos y levantan a la persona de su elección para llevarla a otros sitios y devolverla algún tiempo después; los más, prefieren demorarse en la caminata previa a cerrar el trato. Los que deciden ahorrar tiempo o estirar los recursos prefieren recurrir a los pequeños espacios disponibles en estos establecimientos, que no operan ni como prostíbulos ni como casa de citas.

La ganancia proviene de administrar los cuartos y no de controlar el trabajo de las sexoservidoras, justifica uno de los administradores de estos lugares.

“Son mujeres que se les dio la putería por necesidad de su familia o de los hijos, no es que tengan padrote. La gente de por aquí presta la casa, acomoda los cuartos y cobra por los servicios, más lo que cobre la dama. Ellas están enteradas; acá no hay trata de mujeres o menores, todas trabajan de manera independiente”, afirma la fuente, que prefiere mantenerse en el anonimato.

Esa es su fuente de orgullo: este negocio es diferente al que se ofrece en zonas como el barrio de San Juan de Dios o el Parque Morelos, sitios donde la mayoría de las trabajadoras sexuales deben rendir cuenta a un tercero.

Sexo y cuarto se pagan por adelantado. Las trabajadoras sexuales cobran entre 300 y 500 pesos la hora; cada una de ellas puede llegar a concretar entre ocho y 12 servicios en un día.

La renta de las habitaciones varía entre los 50 y los 100 pesos, de acuerdo al tiempo que se haya acordado para el servicio.

Los propietarios de estos espacios tienen grupos de seguridad, que presentan como un beneficio tanto para los usuarios como para las mujeres.

“Se les brinda protección; si llega alguien que se quiera propasar se le saca del cuarto, le damos unos cocotazos. Pero también se cuida a los clientes, porque muchas veces también las morras se manchan cuando los ven muy borrachos o drogados y les tumban la cartera o el celular”, afirman algunos de los miembros de este irregular cuerpo de vigilancia.

Sanidad en entredicho

El peligro mayor, sin embargo, suele presentarse en la falta de higiene.

“Cada quien se arriesga” expresa El Toño, vecino de la colonia Hernández Romo, respecto a la limpieza de los establecimientos donde se alojan las parejas de ocasión. Al ser un servicio que se ofrece fuera de toda regulación, las normas de salubridad prácticamente no existen.

“Uno pasa y alcanza a ver algo a través de las ventanas, cuando las dejan medio abiertas. En un solo cuarto tienen varios colchones que separan con sábanas o cortinas para meter a más gente. Hay gusto para todo, pero el mobiliario se mira bastante insalubre”, añade El Toño.

La suciedad y el descuido es general: colchones, sábanas, cortinas, baños.

Durante algún tiempo, Roberto Blanquel se dedicó a la limpieza de estos lugares. Roberto cuenta que no le dedicaba más de dos horas a asear toda una casa. El trabajo consistía en barrer y trapear las habitaciones, así como cambiar sábanas de los colchones.

Ni esterilización ni desinfección de los cuartos estaban entre sus labores.

“Es como cualquier motel, aunque acá no es un servicio muy lujoso. Siempre hay gente puerca que avienta todo afuera del bote y tienes que limpiar”, describe Roberto, quien por cada trabajo de limpieza general recibía 100 pesos.  

Pese a que la renta de cuartos para hospedaje ocasional se realiza de sin regulación alguna, las autoridades sanitarias acuden de vez en cuando para hacer una revisión y levantar un registro de negocios de este tipo que se encuentran en activo, así como de las personas que prestan ahí sus servicios sexuales.  

“Estas casas trabajan por debajo del agua, no tienen ningún permiso ni nada… Pero sí se tiene un registro de cuántas casas existen para esto”, indica una vecina.

Asimismo, refiere que personal de servicios médicos también ha llegado al sitio para entregar paquetes de anticonceptivos.

Los establecidos

Dentro del Área Metropolitana de Guadalajara existen 87 moteles establecidos, registrados y en funcionamiento, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)

La mayor cantidad de establecimientos se encuentra en la Perla Tapatía con un total de 35 negocios de este tipo. Le sigue San Pedro Tlaquepaque, con 21, y Zapopan, con 20 lugares

 

 
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