Si no hay seguridad, si no hay estado de derecho… no hay proyecto de ciudad, de estado o de país posible. Lo ocurrido la semana pasada en Culiacán hizo visible en su manifestación más radical, el nivel de control y penetración que tienen las organizaciones paralelas del narcotráfico en Sinaloa, como también lo hay en otros puntos de nuestra geografía.
Más allá de cómo el gobierno y la oposición en nuestro país polarizado están tratando de darle un spin a lo que pasó –unos poniendo prioridad en cómo se salvaron vidas y otros en cómo se realizó un operativo improvisado y sin coordinar con las Fuerzas Armadas– lo que nadie duda hoy es que, en regiones como Sinaloa, el narco dicta una ley que va por encima de la Ley con mayúscula.
La prioridad casi obsesiva del gobierno de AMLO ha estado en terminar con la corrupción para poder generar recursos que detonen el desarrollo del país, pero… ¿cómo generar crecimiento en una región en la que hay una autoridad que desafía a la autoridad del Estado?
Sinaloa es un estado con un potencial enorme. Con sólo 3 por ciento del territorio y 2 por ciento de la población produce 30 por ciento de la producción alimentaria del país. En el primer trimestre de 2019 fue el estado con mayor crecimiento económico (6.1 por ciento). Culiacán está dentro de las 20 ciudades más pobladas y con mayor dinamismo demográfico del país. El estado cuenta con dos puertos marítimos estratégicos para el país: Mazatlán y Topolobampo.
En el sexenio pasado, el Conacyt lideró la iniciativa de generar agendas estatales de innovación en las que se levantó un inventario de fortalezas y capacidades de cada estado y se plantearon posibles vocaciones productivas.
En la agenda para Sinaloa se puede leer que entre su infraestructura de innovación están 15 instituciones de educación superior, 10 centros de investigación, 14 parques industriales y tecnológicos y más de 15 incubadoras y aceleradoras.
La agenda también proponía un camino para desarrollar la innovación en el estado aprovechando sus fortalezas particularmente en el sector agroindustrial, como por ejemplo: desarrollar productos nutracéuticos o alimentos con otros procesos de valor añadido; aprovechar la biomasa residual para desarrollar biotecnología; desarrollo de tecnologías de información aprovechando cercanía con California y con especialización en agronegocios; desarrollar la plataforma logística del estado y también la oferta turística.
Este es el tipo de cosas en las que tendríamos que estar enfocando los recursos y la atención. La innovación es el verdadero motor del desarrollo de una región y de un país. Pero para que las semillas de la innovación puedan germinar necesitan estar en un entorno adecuado.
Una región tiene que cumplir con los requisitos mínimos de seguridad para que los jóvenes que estudian carreras en sus universidades no se quieran ir luego a trabajar a otro lado, para que el talento investigador quiera desarrollar conocimiento y tecnología en sus centros de investigación, para que las empresas nacionales y extranjeras quieran invertir en infraestructura y talento en sus parques industriales, para que los emprendedores se animen a lanzar nuevos negocios en sus incubadoras.
Si no se puede garantizar la seguridad, la gente que puede, se va, y la que no puede irse, se queda atrapada en situaciones en las que no puede crecer porque tiene que pagar tributos continuos y crecientes a la autoridad paralela que se rige por la ley de la selva.
Las semillas de la innovación ya las tiene Sinaloa y ya las tiene nuestro país, lo que necesitamos es que se les dé oportunidad para crecer garantizando el estado de derecho y eliminando obstáculos burocráticos… ahí hay una buena misión con la cual obsesionarse.
@ortegarance
JJ/I
|