En los diferentes medios académicos y de comunicación se dice que México es un país de origen, tránsito, destino y de retorno. ¿Qué tan real es esto? Históricamente, los mexicanos han emigrado hacia Estados Unidos; podríamos decir que México era un país de emigrantes, que eran la válvula de escape, que ayudaba al país a liberarse de la presión de las crisis políticas y económicas que se vivieron en el siglo 20. Recientemente reconocemos la migración de tránsito y de retorno, sin embargo, poco se habla de la migración que recibimos, que llega para quedarse en nuestro territorio.
La realidad es que México no es un país de destino. De acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2018, había un poco más de un millón de inmigrantes, procedentes principalmente de Estados Unidos y Guatemala, países con los que compartimos nuestras fronteras norte y sur, así como una historia no solamente de desposesión de territorio, sino también de colaboración.
Tenemos una migración histórica de refugiados de diferentes latitudes, destacan los casos de España por la Guerra Civil durante el franquismo a finales de la década de 1930; posteriormente en las décadas de los 70 y 80 los exiliados de las dictaduras en Chile y Argentina, así como la Guerra Civil de Guatemala. Muchos se quedaron y otros regresaron a su país de origen cuando cambió el régimen.
Estos antecedentes provocaron que se considerara a México como un país hospitalario; también se dice que los mexicanos somos amables y recibimos con agrado y simpatía a los extranjeros, particularmente la migración que mencionamos.
La magnitud de la población que llega a México para quedarse no es tan grande como en Estados Unidos, sin embargo, es importante reconocer los aportes que esta migración ha dejado a nuestro país; el crisol multicultural se vive y se recrea a través de la diversidad de la migración que recibimos: centroamericana, estadounidense, latinoamericana, europea, asiática y árabe, cada una ha enriquecido a nuestra nación.
La hospitalidad mexicana, ¿es realmente hacia todo migrante? Tanto las políticas migratorias como la aceptación hacia el extranjero en México están relacionadas a su origen étnico, social, económico, profesión, características que van a definir la forma en que los aceptamos y que van a marcar la integración que tengan en la sociedad mexicana. Inclusive algunos no se autorreconocen como migrantes, porque existe un estereotipo entre esta población; consideran que migrante es aquel que sale pobre y con poca formación educativa de su país para buscar una mejor condición de vida; porque el intelectual o profesionista que llega no lo es.
En ocasiones las actitudes de rechazo o desconfianza hacia al otro, se generan por los estereotipos que son creados y en ocasiones exaltados en diferentes medios de la sociedad, pero también por discursos inapropiados de algunos funcionarios públicos, así como por las políticas migratorias de México, que propician una segregación y segmentación de la población migrante de acuerdo con su origen y educación profesional.
No debemos preocuparnos demasiado por esta diferencia; por el contrario, recibamos al extranjero como queremos que nos reciban y nos traten a nosotros. El valor humano está en dar, compartir y construir un mundo mejor en el que no existan barreras físicas, económicas, étnicas o culturales, pero desde luego mucho menos las barreras simbólicas, que se expresan en estereotipos que estigmatizan y degradan al ser humano.
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