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2019-11-10 23:08:10

Escribir sobre la ayuda humanitaria y la defensa de los derechos de migrantes es una deuda que tenemos con la sociedad. Existen grupos e instituciones de ayuda al migrante en tránsito y al que regresa (particularmente el deportado), y en esta ocasión me interesa referirme a los albergues. 

En mis inicios como académica en Tijuana estuve cerca de estos albergues, conocí el trabajo extraordinario que hacen. Basten dos ejemplos: la Casa del Migrante, fundada en 1987, así como el Centro de la Madre Asunta. El primero inició como casi todos lo han hecho, como un albergue para dar techo, alimento, ropa y conseguir apoyo económico para que regresaran a su hogar a quienes no pudieron cruzar la frontera hacia Estados Unidos o aquellos deportados por ese país; es un lugar que brinda ayuda básicamente a hombres. 

El segundo albergue recibe a mujeres y niños familiares de los hombres atendidos en la Casa del Migrante, ya que ahí no tenían condiciones idóneas. Los albergues aquí descritos, como muchos otros tuvieron que transitar de la ayuda humanitaria a la defensa de los derechos de los y las migrantes. Son tantas las injusticias y violaciones que han identificado en los miles de migrantes atendidos, que incorporaron en sus actividades programas de asesoría legal, además de vincularse con otros grupos de la sociedad para su posible reinserción laboral. 

Estos albergues no siempre son vistos y aceptados, sino rechazados por el estigma y los estereotipos del migrante, lamentablemente también criminalizándoles. Tal es el caso de la organización FM4 Paso Libre, Dignidad y Justicia en el Camino, AC, cuando cambió las instalaciones del comedor que estaba en las inmediaciones de las vías del tren en Guadalajara a una colonia de clase media del mismo municipio. Se argumentaba que iba a aumentar la delincuencia y los problemas de seguridad. Después de un importante trabajo de socialización y concientización con la gente de la colonia realizada por los integrantes de la organización, el apoyo gubernamental y diferentes sectores de la sociedad, lograron establecerse. 

Los albergues y las organizaciones de apoyo al migrante están a lo largo y ancho del país, desde la frontera norte hasta la frontera sur. Así lo muestra el informe de 2019 de la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes, que consigna que está formada por “23 casas, comedores, estancias, albergues y organizaciones con presencia en 13 estados de la República mexicana que brindan distintos tipos de acompañamiento –humanitario, jurídico, psicológico y médico– a personas en situación de movilidad”. Es importante mencionar que existen otros albergues que no forman parte de esta red, de tal manera que aumentaría significativamente el número y cobertura territorial. Así como otros grupos como el de mujeres que se les conoce como Las Patronas, que también empezó proporcionando alimento en las vías ferroviarias que cruzan la comunidad La Patrona, en Veracruz. 

El trabajo realizado por estas organizaciones es invaluable. A miles de migrantes mexicanos y de diferentes nacionalidades se les ha brindado un techo y alimento, que es mucho para las condiciones en que transitan en este periplo; algunos migrantes, tal vez los menos, lograron cruzar la frontera y llegar hacia Estados Unidos; otros, muy pocos, se acogieron al proceso de refugiados en nuestro país y están en una situación incierta esperando que resuelvan su solicitud. 

El Estado mexicano tiene una deuda con estas organizaciones y grupos de apoyo al migrante, y un reto para enfrentar coordinada y organizadamente la atención institucionalizada para quien lucha y vela por los derechos de los migrantes, y para éstos que viven en la incertidumbre sobre su futuro. 

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jl/i

 
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