Posadas, asignatura pendiente�

2020-01-13 06:00:00

(Foto: Especial)

Una delicada toga de la Procuraduría General de la República, en el ayer sostuvo un desatino enorme al afirmar que la muerte del cardenal arzobispo de Guadalajara, don Juan Jesús Posadas Ocampo, fue una lamentable confusión y, ante la gravedad de esos hechos, para convencernos de ello, creó su “teoría del Nintendo”, quizá pensando que con ello se perdería la verdad en la noche de los tiempos. 

El proditorio homicidio calificado cometido en agravio del cardenal Posadas no debería ser sustentado jamás en esa pueril e ingenua teoría, si se considera por una elemental lógica criminal que 14 impactos de proyectiles de alto calibre, disparados en forma directa al pecho de tan alto prelado de la Iglesia Católica, no fueron fortuitos o accidentales, sino deliberadamente dirigidos a silenciarlo privándolo de la vida. 

No es necesario ni indispensable ser un docto o un doctor en derecho para arribar a la conclusión que no existió ni accidente, ni confusión, ni fuego cruzado. Si tomamos en consideración con una elemental lógica jurídica, derivada y sustentada en las constancias procesales que integran el expediente, pronto nos percataremos que el deceso del cardenal fue un frío, calculado y bien planeado asesinato, lo cual se corrobora simple y sencillamente con aquél certificado médico de singular valor histórico y jurídico, mismo que fue expedido en su momento, por la integridad, inteligencia, valor y experiencia del doctor Mario Rivas Sosa, experto que practicó la autopsia de ley y el cual sostuvo virilmente como opinión profesional valiosa que el número de impactos recibidos y la trayectoria de arriba a abajo de los mismos, probaban y prueban técnicamente que el blanco fue premeditado. 

Cualquier agente del Ministerio Público medianamente preparado sabe que todo delito deja una impronta permanente e indeleble, la cual no desaparece con el devenir del tiempo. Aquí y ahora cabe recordar que el fuego fue triangular y efectuado a muy corta distancia, los dictámenes en balística así lo determinaron, la necropsia así lo certificó, la fe de cadáver así lo corroboró, las diligencias del levantamiento del cuerpo así lo demostraron, la fe del vehículo en el que fue victimado el sacerdote lo reiteraron. Los disparos realizados al cuerpo de su eminencia el cardenal Posadas Ocampo provenían de AK-47 según se certificó y lo cual resultó conteste con los proyectiles incrustados en el techo del vehículo Grand Marquis blanco en el que viajaba y se desplazaba lentamente, frente a la sala C del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, a donde había ido a recibir a monseñor Girolamo Prigione, representante del Vaticano en México. 

Dado a esas y otras improntas, resultan no sólo criticables sino insultantes a la inteligencia de los hombres libres y de buenas costumbres que los supuestos asesinos hubieran confundido al ilustre prelado con aquellos narcotraficantes (El Güero Palma y/o El Chapo Guzmán). El arzobispo vestía como lo que era un cardenal, con alzacuellos y cardenalicia cruz, según se dio fe en las ropas que portaba; por tanto y por elemental lógica jurídica no podía ser confundido con un narcotraficante como estúpidamente se dijo, no usaba como vestimenta cinturones piteados, ni botas de piel de avestruz, por eso, reitero, no pudo ser confundido por sicarios profesionales, con aquellos capos del narcotráfico en cita antepuesta. Mucho de ello ahora se sabe en Nueva York derivado del llamado juicio del siglo. 

Estos pequeños razonamientos efectuados a vuela pluma y dirigidos únicamente a aquellos que desean conocer la razón y la verdad; los que no se conforman con ver en ella solamente una teoría insostenible de confusión, sino que quieren encontrar los medios y las direcciones para arribar verdaderamente a la justicia, por medio de la coherencia;  argumentaciones dirigidas a aquellos que se oponen a las teorías que denotan de manera palpable la escasa cultura jurídica en materia de investigación propiciada por aquél abogado de la nación, de sueños color rosa, que fue el primero en encubrir a cierto narcoprocurador. 

Tan artero crimen no va a quedar impune, tiempo al tiempo. 

En el ayer resultó fácil y cómoda la “teoría del Nintendo” para ocultar un homicidio consecuencia de la narcopolítica y ocultar con ello el verdadero móvil de tan artero crimen fríamente calculado y preparado. 

Aquí vale hacer un gran paréntesis sustentable y verídico. La PGR había recibido, previamente a los hechos del aeropuerto de Guadalajara, una formal denuncia por los graves sucesos derivados de la narcopolítica. Existe constancia de ello en cierto expediente de Llano de Víboras en el que se pretendió involucrar al general Morán Acevedo en hechos de narcotráfico. 

Seguir pretendiendo sostener que existió confusión o accidente, no sólo resulta una aberrante falsedad, sino una ofensa evidente a la inteligencia de la justicia que se busca en ésta cuarta transformación, un insulto al saber de la ciudadanía que le exige a López Obrador un hasta aquí, un basta ya a la violencia, impunidad, inseguridad y prepotencia de la narcopolítica. 

El hallazgo en el sitio del crimen de aquellos dos vehículos blindados y repletos de AK-47, M-16, granadas, armas cortas de grueso calibre, chalecos antibalas, equipos de radio comunicación, huellas dactilares (una proveniente de un fiel colaborador de un narcoprocurador), nos hablan de un esquema de protección de amplias proporciones que hasta la fecha perdura. 

¿De quién era y quién manejaba uno de esos vehículos? 

Mientras se sabe la verdad, vaya una afirmación de mucha monta. Tlalixcoyan fue el parteaguas de las grandes desgracias de la nación, así se dijo en aquella denuncia y así se sostiene y se probará ahora. La verdad se halla al término de todo. 

*Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México 

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