AMLO y el reclamo�feminista

2020-02-19 06:00:00

Los movimientos sociales surgen cuando las instituciones gubernamentales se manifiestan incapaces para responder y resolver las demandas de un sector amplio de la sociedad civil. 

El feminismo es un movimiento de larga data. Sus orígenes se remontan a inicios del siglo pasado en la lucha de las sufragistas, retoma fuerza hacia los años 50 con la bandera de la igualdad, que todavía se mantiene vigente, y recientemente ha enfocado sus objetivos en erradicación del patriarcado y la denuncia contra la violencia hacia las mujeres. En el ámbito nacional, esta demanda se ha concretado en la exigencia por la creación e implementación de políticas públicas que combatan eficazmente la violencia, específicamente en el caso del feminicidio. 

En este contexto habría que ubicar la confrontación que en días recientes se ha manifestado entre el movimiento feminista y el presidente de la República. Por una parte, la indignación por los asesinatos de Ingrid y de Fátima provocó movilizaciones y protestas diversas, una de las cuales se realizó a las puertas del Palacio Nacional, mientras se desarrollaba la conferencia mañanera. Por la otra, la actitud asumida por el presidente, en sus acciones y declaraciones, frente a la demanda de las feministas. 

La respuesta de López Obrador ha provocado diversas reacciones, que van desde quienes la califican de insensible, hasta quienes la reducen a deficiencia en el manejo de crisis. Más allá de la pertinencia de ambas apreciaciones, lo cierto es que a López Obrador los movimientos sociales siempre le han resultado incómodos. Es una reticencia hacia la sociedad civil, como un ente en confrontación permanente hacia la sociedad política. En su visión confunde a los grupos de interés o de presión con los movimientos sociales. De ahí su incapacidad para entender sus demandas; más aún, de asumirlas y materializarlas en políticas públicas. 

Es posible que en su fuero interno permanezca el recuerdo de la multitudinaria marcha contra la inseguridad realizada en junio de 2004, que había sido promovida por diversos grupos de interés abiertamente opositores a su gobierno, y a los que acusó de buscar su desestabilización. Todo parece indicar que en su mapa conceptual, la sociedad civil corresponde a ese tipo de grupos de interés. Sólo en ese contexto se puede entender su lamentable expresión de que “lo que resiste, apoya”, al referirse al derecho de las feministas a la movilización y confundirlo como un movimiento opositor. 

El presidente debería saber que, independientemente del uso político que sus adversarios intenten hacer del movimiento, la indignación que lo sustenta es la de millares de mujeres que simplemente demandan del Estado la garantía de una vida sin violencia. La respuesta consecuente de un Ejecutivo que se precia de atender los reclamos ciudadanos hubiera sido la de asumir como propio el Decálogo elaborado por las feministas y de implementar lo necesario para la creación de una fiscalía para los casos de feminicidio. 

López Obrador debe entender que el hartazgo contra la violencia feminicida que alimenta el movimiento actual es hacia la incapacidad de su gobierno para satisfacer la demanda de seguridad. La referencia a los gobiernos pasados, neoliberalismo incluido, como los causantes del problema, es ya obsoleta. Enfrentarlo es su entera responsabilidad. Debe recordar que fue gracias a los movimientos sociales que llegó a la Presidencia, y que si el Estado no tiene la capacidad de satisfacer sus demandas, regresarán a las calles para reclamarlas. 

Twitter: @fracegon

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