Universidades libres�de acoso

2020-03-13 06:00:00

El 8 de marzo mostró la fuerza de las mujeres unidas y en lucha por eliminar todas las formas de violencia a las que nos enfrentamos de manera cotidiana. En México tenemos muy presentes las impresionantes movilizaciones en diversas ciudades, la participación de muchas mujeres que nunca se habían sumado a una protesta en la calle, la presencia de jóvenes en su mayoría, pero también de adultas mayores, de niñas; acciones en municipios fuera de las zonas metropolitanas y en el caso particular de Jalisco el acompañamiento a las víctimas de desapariciones y feminicidio que hicieron una jornada de fuerza, emotividad y compromiso de seguir alzando la voz por las que ya no están. 

Después del paro del 9 de marzo las acciones continúan; particularmente en diversos espacios académicos las alumnas han realizado actividades para mostrar el acoso sexual que se vive en las universidades. En estos días hemos visto buzones y tendederos en muchos centros universitarios. No es la primera vez que se exponen estas situaciones, de hecho, en todas las universidades públicas y en muchas privadas grupos de estudiantes han denunciado en los últimos años las diversas formas de acoso y la falta de sensibilidad para atenderles por parte de las autoridades universitarias. 

En el país, no todas las universidades cuentan aún con protocolos de actuación para casos de hostigamiento y acoso sexual o con un proceso claro para presentar las denuncias y las sanciones que deben aplicarse a los maestros o alumnos que incurren en esas conductas, aunque nuestro país ha suscrito acuerdos internacionales para proteger a las mujeres de la violencia y tenemos una ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, es importante que cada espacio universitario o escolar implemente de esas disposiciones generales, protocolos específicos de acuerdo a su contexto local. 

Es necesario continuar exigiendo que las universidades, los espacios educativos y académicos sean lugares seguros para alumnas y maestras; por ejemplo, en CUCSH Belenes de la UdeG, desde finales del año pasado estamos preparando la instalación Zapatos Rojos, de la artista Elina Chauvet, cuyo propósito es sensibilizar de manera gráfica o visual sobre las ausencias que dejan las mujeres víctimas de la violencia; para ello hemos conformado un grupo promotor donde, desde una metodología horizontal, estudiantes y maestras dialogamos sobre las violencias cotidianas. Hemos hablado de los derechos de las mujeres privadas de la libertad, de la violencia en sus diversas modalidades, del acompañamiento a las víctimas, acoso callejero, lenguaje misógino, de las familias como reproductoras de los roles y estereotipos de género y de la violencia en el noviazgo. 

Si bien no hemos concluido el ejercicio de diálogo, hasta hoy para las participantes de este proceso nos ha quedado claro que las violencias estructurales, económicas, culturales, condicionan la interacción social y que se necesitan grandes esfuerzos para revertir la normalización de la violencia y construir espacios donde estemos seguras; pensamos que la Universidad debe ser uno de esos espacios, pero lamentablemente no es así. 

Para que suceda, cada universidad o centro educativo debiera informar y sensibilizar a la comunidad académica, capacitar al personal (hombres y mujeres), establecer sanciones para esas conductas, protocolos claros de actuación y programas de prevención. Ninguna denuncia debe quedar sin ser atendida, los códigos de ética, de conducta, deben orientar, pero en el fondo debemos trabajar para que las nuevas generaciones entiendan las relaciones entre hombres y mujeres como iguales, solidarias, de respeto mutuo y libres de violencias. 

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