Los �idus� de marzo y la 4T

2020-04-01 06:00:00

El mes de marzo ha sido el más difícil para el presidente López Obrador y su proyecto de la cuarta transformación (4T). A lo largo del mismo, el gobierno federal ha experimentado una serie de desencuentros con la opinión pública, que han venido a poner en entredicho no sólo la calidad de actividad gubernamental, sino la viabilidad de su proyecto de gobierno.

El primer desencuentro se hizo evidente en los inicios del mes, cuando varios estudios de opinión documentaron la caída de la aprobación hacia la gestión presidencial. Aunque, en rigor, no se podía calificar como “inflexión”, sí constituía una advertencia muy clara de que había un proceso de pérdida de simpatizantes a su proyecto de gobierno, que, de no ser identificadas y atendidas las razones de esta desafección, el deslizamiento sería inevitable, como lo ilustra la última medición de Consulta Mitofsky, que señala que el nivel de aprobación ha descendido a 48.9 por ciento, el mínimo histórico de la gestión presidencial.

Más significativo y de mayor importancia en la percepción de la ciudadanía, fue el segundo desencuentro que se materializó en el comportamiento presidencial hacia el movimiento feminista, en el contexto de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer que culminó en dos grandes movilizaciones: la marcha feminista y el paro de mujeres que visibilizó su ausencia en el espacio público. La escasa empatía hacia el movimiento y la insuficiente respuesta a sus demandas, exhibida por el presidente, dejaron de manifiesto su incapacidad para entender la dinámica de los movimientos sociales, que constituyen la expresión más contundente de la sociedad civil, concepto difícil de digerir para el habitante de Palacio Nacional. La distancia abismal entre el movimiento y López Obrador la ilustra el hecho de que, a sus demandas de erradicar la violencia y desapariciones, el presidente respondiera con un decálogo improvisado.

Sólo unos días después, el tema de las movilizaciones feministas fue desplazado de los titulares de los medios informativos por el vertiginoso desarrollo de la epidemia del coronavirus en diversos países europeos y el incremento de su presencia en México que para el 15 de marzo –el idus– registraba 53 contagios confirmados.

En este escenario y a contrapelo de las recomendaciones emitidas desde la Secretaría de Salud, diversas instituciones educativas y algunos estados se adelantaron a implementar medidas más contundentes con el objetivo de frenar la cadena de contagios. Sin embargo, esta percepción de emergencia no tuvo acuse de recibo de Palacio Nacional. Ensimismado en sacar adelante su proyecto de nación, se ha negado a asumir que la inminencia de la pandemia y sus efectos modifican radicalmente las condiciones del país y obligan a una redefinición de sus prioridades. Paradójicamente no ha sido la oposición conservadora, sino el coronavirus el que se ha convertido en el principal desafío para la consecución de los deseos aspiracionales de la 4T. Es en estas situaciones límite donde se revelan las cualidades de los dirigentes políticos y sociales. El vacío político provocado por la ausencia de liderazgo de López Obrador tendrá consecuencias políticas y electorales.

En el calendario romano, los idus de marzo eran considerados como signo de buenos augurios. No fueron tales para Julio César, que en el año 44 a. C. cayó abatido y su muerte marcó el fin de la República. Hoy, en el marco de los desencuentros con la opinión pública, los idus de marzo no albergan buenos augurios para la viabilidad de la 4T.

Twitter: @fracegon

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