Conocimiento e ignorancia supina

2020-05-07 06:00:00

Agustín Villegas, vocalista de Los Solitarios 

Descanse en paz 

 

El presidente Donald Trump sugirió que la infección de coronavirus se combata con inyecciones de cloro. Estas declaraciones irresponsables hablan de lo peligroso de sus afirmaciones dada la posición de poder y autoridad que detenta, además de convertirse en hazmerreír de todo el mundo, como también lo fue el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando en una mañanera exhibió amuletos (“detente”) como protección. 

Lo preocupante de las declaraciones de ambos mandatarios es que con esas actitudes muestran desdeño por la ciencia y el conocimiento. Pero más preocupa lo expresado por la máxima autoridad de la institución que tiene como propósito “promover el desarrollo de la investigación científica” –el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)–, María Elena Álvarez-Buylla, al revelar en la sesión vespertina de información del estatus del Covid-19 en nuestro país, que los malos resultados de la ciencia en México es debido a la “ciencia neoliberal”. 

Mezclar ciencia e ideología siempre ha sido peligroso: la historia nos ha demostrado que, en países autoritarios, los gobierno deciden qué es ciencia y qué no lo es, argumento que sirve para deshacerse de científicos que se niegan a aceptar las directrices de la ciencia estatal o los dogmas religiosos. El principio de la ciencia no es la certidumbre, sino la interrogante. La ciencia tiene como propósito cuestionar las suposiciones sociales e individuales de la realidad y develar nuevos hallazgos. Si la institución que agrupa a los científicos mexicanos y decide quienes son científicos “neoliberales” y quienes contribuyen a la “ciencia soberana” para continuar con su estímulo económico para premiar “la calidad y prestigio de las contribuciones científicas”, se intensificará la lógica del garrote y la zanahoria, de por sí ya instituida. 

De ahí la responsabilidad que los gobernantes tienen para con la sociedad en términos de la ciencia, que por desgracia pueden dar al traste con años de enseñanza científica en las aulas. Cuando se revisan los resultados de la encuesta del Inegi sobre la percepción de la ciencia (Enpecyt 2017) nos damos cuenta de que casi 60 por ciento de los encuestados prefieren hacerse una limpia o tratarse una enfermedad con formas alternativas de medicina que acudir a métodos científicos; que 53 por ciento confían más en la fe que en la ciencia; que 22.5 creen que hay números que les traen suerte y que 30 por ciento de los encuestados asume que algunas personas poseen poderes psíquicos. 

En esa perspectiva, no es de extrañar que las noticias falsas (fake news) que se difunden por las redes sociales sean las referencias científicas en torno a los intereses y las preocupaciones de la población. Si algunas personas que ostentan estudios de posgrado difunden en las redes sociales, con toda la imperturbabilidad posible y sin cuestionarlas, noticias de dudosa veracidad, echando por la borda años de enseñanza de la metodología de la investigación científica en las aulas, qué se puede esperar de una población que apenas posee un promedio de escolaridad de 10.1 años (Inegi). 

Entonces no debe extrañar que a diario nos topemos con personas que creen en teorías de conspiración inverosímiles: robo de líquido de rodillas, negar el cambio climático, rechazar la utilidad de las vacunas, los peligros de la red 5G, el Covid-19 como invento de los chinos, así como su inexistencia. De ahí el título: ignorancia supina es, de acuerdo con la RAE, la “ignorancia que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse”. 

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