Necesario

2020-06-03 06:00:00

Criminal es el calificativo que merece el comportamiento violento y racista del policía que asesino a George Floyd en Mineápolis e irresponsables es cómo podemos calificar las declaraciones y el manejo del presidente Donald Trump ante las movilizaciones de miles de ciudadanos para repudiar y exigir el castigo del mencionado homicidio.  

Ciertamente no podemos legitimar los actos vandálicos de algunas personas que participan en dichas movilizaciones, pero sí podemos entender que con las declaraciones del presidente se incita a que los ciudadanos respondan violentamente, a que se dividan, a que la crisis se agrave y que finalmente se resuelva el conflicto con más violencia y no con inteligencia, con justicia y con respeto a los derechos humanos. 

A partir de esta experiencia, surgen dos preguntas: ¿dónde quedaron los asesores en manejo psicosocial de crisis del gobierno estadounidense? y ¿hasta dónde las características de personalidad y las creencias de un gobernante inciden en la solución positiva o negativa de los problemas de una sociedad? 

Cuestiono esto porque en México también se están presentando situaciones semejantes, por ejemplo: la violencia a las mujeres ya la veníamos viviendo cotidiana y alarmantemente, y hoy en el marco de la crisis sanitaria por el Covid-19 y con la información de diversas fuentes oficiales, podemos señalar que esta violencia se ha incrementado y ante elle, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador declara contundentemente que el 90 por ciento de las llamadas telefónicas de auxilio de las mujeres son falsas y que este incremento no puede suceder porque la familia mexicana es distinta a las de otros países. “Siempre ha habido una convivencia en armonía”, comentó. 

La creencia y el buen deseo del presidente de que la familia mexicana sea lo que debería ser, por un lado también incita a que muchas ciudadanas y ciudadanos se indignen y, en algunos casos, no en todos, salgan y realicen actos vandálicos, como ya lo hemos visto en semanas anteriores. Por otro lado, complica el reconocimiento y la atención integral y oportuna de un grave problema que afecta a miles de mujeres mexicanas víctimas de la violencia de género. 

Si queremos que en verdad los poderes ejecutivo, legislativo y judicial sean honestos, eficientes y eficaces, a toda persona que aspire a llegar a uno de esos puestos deberá realizársele también una evaluación psicológica que nos dé certidumbre de a quién vamos a elegir. 

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