No a las manifestaciones violentas�

2020-06-21 06:00:00

Cada día es más común que las manifestaciones se tornen violentas. Algunos de sus participantes, casi siempre con el rostro cubierto, dañan monumentos históricos, mobiliario urbano y comercios, roban tiendas y agreden a otras personas. 

Desde que era niño he participado en muchas manifestaciones y como periodista he cubierto muchas más. Por eso me llama la atención la manera en que en estos tiempos prolifera y se normaliza la violencia. Es cierto que los agresores no son mayoría, pero unos pocos hacen mucho daño. 

Es preocupante que los actos de violencia se justifiquen. Se argumenta que, como la gente está indignada, tiene derecho a agredir. Es cierto que hay muchos motivos para el hartazgo, pero este argumento es insostenible. Quienes lo defienden tendrían que admitir entonces que cualquier persona indignada por cualquier motivo pueda agredir. 

Para justificar daños, preguntan: “¿Qué vale más, la vida de una persona o un monumento?”. La respuesta es obvia, pero la pregunta es inadecuada. Si la solución a los problemas sociales fuera la destrucción del patrimonio común, sería muy fácil resolverlo. Pero, ¿se resuelve la violencia machista o los abusos de la policía rompiendo un vitral o robando una tienda? 

Hay diversas razones para decir no la violencia en las manifestaciones. 

La violencia de los manifestantes justifica la intervención de la policía y con ella provoca más violencia. Aunque hay casos terribles como el que acabamos de vivir en que la policía actúa sin motivo contra los manifestantes, en la mayor parte de las demostraciones no interviene. Pero es casi seguro que intervendrá si los participantes agreden. 

La violencia de los manifestantes descentra el foco de la protesta. El motivo de la movilización pasa a segundo plano, porque las agresiones se convierten en el tema central de la discusión pública. 

La violencia genera antipatías. Aunque pueda haber personas a las que les parezca bien que algún manifestante quiera quemar a un policía, la mayor parte de la gente no está de acuerdo con este tipo de acciones. Los movimientos que encabezan causas justas y legítimos reclamos pierden simpatizantes cuando son agresivos. 

La violencia propicia injusticias e impunidad. Cuando hay violencia, la policía actúa en medio de la trifulca y detiene a inocentes, sea porque los confunden con los agresores o porque agarran parejo. En cambio, muchos de los agresores y de los ladrones quedan impunes. 

La violencia discrimina a los más vulnerables. Todos tenemos derecho a participar en las manifestaciones, pero cuando se prevé que habrá trifulca, muchas personas, quienes quisieran formar parte de esa legítima expresión de descontento, prefieren no hacerlo. Especialmente gente que vive con alguna discapacidad, personas mayores o niños, pierden su derecho a expresarse en la calle. 

La violencia propicia delincuencia. Si se admite que en las manifestaciones existan actos de saqueo se propicia que delincuentes participen en ellas, no porque les parezca importante expresar su punto de vista sobre el tema en cuestión, sino porque es una magnífica oportunidad para robar con total impunidad. Es un riesgo además que la delincuencia organizada pueda infiltrarse y generar problemas todavía mayores. 

La violencia te convierte en lo que criticas. Muchas manifestaciones defienden causas justas y gran parte de la gente que participa en ellas quiere vivir en una comunidad más justa, pacífica y democrática, pero cuando actúan violentamente se convierten en lo mismo que critican. Si grupos de mujeres exigen que los periodistas hombres no cubran sus marchas, por el mero hecho de ser varones, discriminan por razón de género. 

Existen muchísimas acciones no violentas para manifestarse con efectividad y contundencia. La violencia genera violencia. 

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