Un libro abierto

2020-11-17 06:00:00

La Feria Internacional del Libro es el principal edificio cultural creado en Jalisco. 

Como cualquier entidad tan grande y con tantos años, no ha estado libre de polémica. Quienes la hemos acompañado con devoción desde hace más de tres décadas, somos testigos de su crecimiento exponencial hasta convertirse en la segunda más grande del mundo. 

Andrés Manuel López Obrador enfocó su mirada en contra de la FIL y de Raúl Padilla López. 

En la mañanera del viernes pasado la youtuber de Charro Político, Juncal Solano (medio afín a AMLO), ofreció una larga reflexión sobre la revisión del pacto fiscal que pretende Enrique Alfaro y una pregunta sobre el presunto financiamiento de la 4T en medios digitales en contra del gobernador. 

En otra más de sus rocambolescas respuestas, el presidente repitió sus diferencias políticas con el emecista y los conservadores para luego desacreditar la investigación que le entregó Alfaro sobre los “sótanos del poder”. 

En esas estaba López Obrador cuando hizo un cambio de juego digno de los mejores tiempos de Rafa Márquez. 

De repente mencionó que Alfaro “se lleva muy bien con el líder de la UdeG, un líder histórico, Padilla”. De ahí pasó a despotricar contra el presidente de la FIL porque “las últimas ferias, dedicadas en contra de nosotros, pero no sólo eso, porque traen a Vargas Llosa, ahí Aguilar Camín y todos ellos… Krauze” (mil veces SIC). 

AMLO criticó que el Príncipe (es Princesa) de Asturias fuera entregado a Padilla. Dijo que le llamó “muchísimo la atención un renglón: ‘Debemos de defender al libro del populismo’. Pero es la decadencia, pero no sólo de México, de las universidades, de la intelectualidad, de los que otorgan estos premios”. 

Nada menos. El discurso de Padilla tuvo una carga política y López Obrador se sintió aludido, ofendido. Escupió lumbre. 

Las palabras del presidente estuvieron cargadas de imprecisiones, creo deliberadas, pero logró atraer al debate público a la figura de Raúl Padilla. Algo muy sano. 

Nadie, en su sano juicio, pone en duda la vital importancia política, empresarial e intelectual de El licenciado en la historia reciente de Jalisco. El poder fáctico que representa puede ser revisado. En pleno ejercicio de libertad, él y nuestra querida FIL, deben ser expuestos al escrutinio público usando los mismos criterios que se tienen para cualquier otro político u entidad. 

La transparencia nunca ha sido el fuerte de la FIL. A pesar de ser una instancia financiada por fondos públicos, la página fil.com.mx no cuenta con un apartado de transparencia. La justificación es porque es una empresa universitaria de la UdeG. 

Efectivamente mucha información de la FIL se encuentra en los sitios de consulta universitaria. Pero el uso y destino de los ingresos no son claros. Padilla afirmó en 2018 que la FIL cuesta 125 millones de pesos e ingresa entre 133 y 135 millones. Los excedentes van a “apoyar programas de fomento a la lectura, publicaciones y otras actividades culturales que se realizan en el transcurso el año”. Todo esto es de oídas. No se precisa este dato en, por ejemplo, el anexo estadístico del informe 2019 del rector de la UdeG. 

Otro dato gris es el ingreso económico de Padilla como funcionario público. La consulta en la nómina de la UdeG sólo arroja que percibió 18 mil 542 pesos en la primera quincena de octubre de 2020 como profesor e investigador titular C en la oficina del Departamento de Estudios en Educación del CUSH. Cada quincena tiene variaciones alrededor de ese ingreso. 

Ni el presidente de México manchó la reputación de la FIL. Pero, los nuevos tiempos exigen una rendición de cuentas más ágil, profunda y proactiva en las instituciones públicas y de aquellas personas que la hacen posible. Como un libro abierto. 

Twitter: @cabanillas75

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