�Seguiremos s�lo contando�a los muertos?

2020-11-23 06:00:00

Las cifras permiten dimensionar problemas, fenómenos, situaciones de distinta envergadura. Contar, ponerle números, es una manera de observar, escuchar y palpar una realidad. O, mejor, de acercarse a esa realidad. 

Numerar es medir qué sucede, registrar avances o retrocesos de lo que se analiza. Los datos dan cuenta de hasta dónde se cumplieron o no metas, de acuerdo con lo previsto. Desde la sencilla aritmética hasta las complejas matemáticas, una de las ciencias más interesantes, acompañan el desarrollo de la humanidad. 

Los seres humanos acostumbramos a sumar todo. ¿Cuántos años cumplimos?, ¿cuántos presidentes ha tenido el país?, ¿cuántos pesos ahorramos?, ¿cuántos semestres faltan para graduarnos?, ¿cuánto tiempo caminamos para desestresarnos?, ¿cuántas especies animales han sido desaparecidas por la explosión demográfica?, etcétera. Medir es vivir. El vivir se mide. Contar es sentar los pies en la tierra. 

Para los medios informativos contar un fenómeno es parte de su labor. ¿Cuántas imprecisiones dijo tal o cual político?, ¿cuántas manifestaciones se registraron frente a palacio de gobierno en determinado periodo?, ¿cuántas iniciativas de leyes están congeladas en el Palacio Legislativo?, por mencionar unas pocas de las miles de preguntas a las que buscamos respuestas. A las cifras habrá que añadirles el factor subjetivo, pues cada una puede interpretarse de diferente manera en función del método, teoría, razonamiento o perspectiva. Eso sí, los números orientan. 

El problema es que es común quedarse pasivos ante las cifras, especialmente las que muestran las tragedias que padecemos. Es el caso de la pandemia de Covid-19. Rebasamos el millón de infectados en México y los 100 mil muertos. Quienes se han enfermado y presentado síntomas graves se han asomado al infierno; quienes han perdido a un familiar o amigo han sentido lo doloroso de su partida. 

También sucede algo similar con los desaparecidos. Las cifras aumentan, y salvo las familias y amigos que se organizan y movilizan, al resto de los mexicanos pareciera importarles poco. Igual pasa con los asesinatos y los feminicidios, que van en aumento, como signos de la crisis humanitaria que atravesamos. 

Un ejemplo entre muchos otros del conteo de muertes son los cuerpos hallados en fosas clandestinas. Sólo en la tumba ilegal ubicada en la colonia El Sabino, en el municipio de El Salto, hasta ahora han encontrado ahí 113 cuerpos. Es el terreno donde más cuerpos ha enterrado la delincuencia. Recibimos la noticia, como otra más de las miles que circulan sobre el tema. 

Similar situación ocurre con los millones de pobres, los subempleados o desempleados, el abandono de los estudios por parte de millones de adolescentes, los miles de millones de pesos que saquean al erario funcionarios públicos, los miles de pacientes de las llamadas enfermedades crónicas, por incluir temas de la agenda pública. 

Pero volvamos a los muertos, nuestros muertos. Los datos buscan la objetividad. Las reacciones que ocasionan, sobre todo las emocionales, entran en el terreno de lo subjetivo. Ambas se complementan, pero las segundas afectan al ser humano directa o indirectamente. Lo frío y lo caliente se reúnen. 

El problema es que, a pesar de lo relevante de los datos sobre enfermos de coronavirus, las desapariciones, los asesinatos, los feminicidios o las inhumaciones clandestinas, permea la insensibilidad social. O, en otros términos, un adormecimiento colectivo. La pasividad es aliada de los sistemas injustos. Ante eso, salvo excepciones, son escasas las respuestas. ¿Como ciudadanos seguiremos solamente contando muertos? Deseo que no. 

Twitter: @SergioRenedDios

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