La lucha por el sufragio

2020-12-10 06:00:00

Somos la única democracia avanzada que desalienta deliberadamente a la gente a votar 

Barack Obama 

 

La vida siempre nos obliga a tomar decisiones, no sólo en lo individual, sino también en lo colectivo; en especial desde que el soberano ya no lo hace por nosotros. Se han ideado muchos mecanismos para resolver cuál decisión tomar o a qué persona elegir para que las tome por nosotros. El más antiguo y común es el voto y de éste existen muchas variantes, pero también infinidad de trabas para que se ejerza el ideal democrático de “un hombre, un voto”; esto es, el principio de sufragio universal. 

Alexis de Tocqueville, autor de la obra La democracia en América, enfatiza que en los Estados Unidos la democracia propone un Estado social que tiene como principio más importante la igualdad entre sus ciudadanos, que puede traducirse en el establecimiento de un sistema de representación política donde impere el voto mayoritario. Esto contempla implicaciones delicadas para la democracia, pues pueden generar una “tiranía de las mayorías” y reducir a sus ciudadanos en una “masa de votantes”. 

No obstante, esa mayoría electoral está determinada por lo que las otras “mayorías” decidan, quienes tengan acceso a esa libertad positiva (Berlin) y quienes no. Y esa ha sido la historia comicial de Estados Unidos y su tan peculiar sistema electoral indirecto (donde no siempre gana quien tenga la mayoría del voto popular). Además, dicha historia encierra una serie de obstáculos para el ejercicio de ese derecho (“supresión del voto”). 

El filme Ir con todo: la lucha por la democracia (All in: The fight for democracy), documental realizado por las cineastas Lisa Cortes y Liz Garbus, da cuenta de la historia de la supresión del voto en el país del norte y los grupos poblacionales dejados fuera del ejercicio del voto, así como el activismo político de la candidata a gobernadora Stacey Abrams, ex líder de la minoría de la Cámara de Representantes de Georgia, quien perdió por un margen mínimo ante Brian Kemp, secretario de Estado de ese estado, durante el proceso electoral, acusado de mapacheo electoral y conflicto de interés. 

La cinta se puede dividir en varios capítulos; describe cómo al inicio como nación, en 1789, tras la ratificación de la Constitución, sólo las personas blancas y propietarias podían votar: las mujeres, las personas de color, los indígenas ni los jóvenes podían votar. La realidad es que sólo 6 por ciento de la población lo podía hacer. Con la abolición de la esclavitud, el voto de los afroamericanos aumentó, y con eso, sus representantes, pero la mayoría blanca buscó por muchos medios suprimir ese derecho en la población de color. El voto también se restringió a quienes pagaban impuestos o pasaban las pruebas de alfabetismo; en ocasiones, en combinación. 

En 2013, el condado Shelby promovió una controversia constitucional contra la Sección 5 de Acta de Derecho al Voto que impedía que los anteriores estados racistas modificaran sus leyes electorales sin haber sido sancionadas por el gobierno federal. Esto abrió la puerta en varios estados para crear leyes supresionistas. Estas nuevas leyes locales han impuesto requisitos muy difíciles de cumplir: imponer normas estrictas de identificación de votantes, reducir los tiempos de votación, restringir el registro, depurar las listas de votantes y echar mano del gerrymandering para favorecer ciertos candidatos. 

Abrams afirma que la supresión crónica de votantes ha tenido un efecto “pernicioso”: “Te convence de que tal vez no vale la pena intentarlo de nuevo”, sostiene. 

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