El miércoles 20 de enero un fuerte viento soplaba sobre Washington. Se llevó el encono y la torpeza con que Donald Trump gobernó los últimos cuatro años, al tiempo de que auguraba cambios, vientos de esperanza con la llegada de Joe Biden y Kamala Harris al gobierno de Estados Unidos.
Pese a las restricciones impuestas por la crisis sanitaria, la ceremonia de toma de posesión y la protesta del presidente y la vicepresidente estuvieron cargadas de gestos y palabras que alentaron la esperanza de los estadounidenses, pero también la de los ciudadanos y gobiernos en todo el mundo.
Dejaron muy claro que pretenden gobernar de manera incluyente. Harris, primera mujer afroasiática-americana en ocupar la Vicepresidencia, invitó a la ministra de la Suprema Corte, Sonia Sotomayor –de ascendencia latina–, a que le tomara protesta en el cargo. Se conformó un gabinete plural, profesional y con experiencia probada en sus áreas de responsabilidad.
La definición de la agenda inicial y la firma de 17 órdenes ejecutivas, el mismo día de su toma de posesión, dan cuenta clara de que Biden y su equipo de gobierno están comprometidos con las prioridades que preocupan a sus ciudadanos y a las instituciones que sostienen a los Estados Unidos: se concentrarán en el diseño e implementación de una estrategia de contención y combate al Covid-19. Afirman la reinserción de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud, con lo que se apunta a sumar esfuerzos en ese campo y se refuerza con el compromiso de garantizar el acceso a la salud para los estadounidenses. La decisión de reafirmar los compromisos de Estados Unidos con los organismos mundiales también se refleja en retomar la participación en el Acuerdo de París, sobre el cambio climático.
La primera acción sobre política migratoria fue la orden de suspender la construcción del muro en la frontera con México. Es claro que la administración entrante pretende frenar el flujo ilegal de migrantes, para ello se propone el incremento de la inversión para enfrentar lo que se considera que son las causas sociales del problema. La propuesta va acompañada de una inversión de 4 mil millones de dólares para proyectos de desarrollo en el llamado Triángulo del Norte, conformado por Honduras, Guatemala y El Salvador, principales países expulsores de población en Centroamérica.
El impulso al desarrollo y a la economía se relaciona con estas inversiones en América Central, pero también quiere reactivar la propia economía de los Estados Unidos con mil 400 dólares para apoyar a quienes hayan perdido su empleo y no puedan pagar la renta o hipotecas de sus viviendas.
Dentro del territorio estadounidense se pretende crear 7.5 millones de nuevos empleos, así como regularizar el estatus migratorio de los 700 mil dreamers, con una inversión total de 1.9 billones de dólares. Una alternativa necesaria será dar nuevo impulso al programa DACA, al que se acogen jóvenes con 24 años en promedio, de los que 75 por ciento son de origen mexicano.
Biden, Harris y su equipo de gobierno han desarrollado carreras importantes en el servicio público de su país. Biden, con 36 años en el Senado, se ha hecho cargo de la Comisión de Relaciones Exteriores y delicadas misiones en oriente. Harris, con una brillante carrera judicial, ha planteado nuevas propuestas sobre regularización del estatus migratorio y residencia permanente.
La relación con México deberá replantearse. La adecuación del TMEC tendrá que abordar los temas laborales, de salarios y flujos de personas. Dichos asuntos han de redefinirse desde una perspectiva institucional entre gobiernos y no con base en las simpatías o reticencias de los gobernantes en turno.
*Profesor investigador del ITESO
[email protected]
jl/I
|