Polic�as fil�sofos para�la paz

2021-02-28 06:00:00

Los policías deberían estudiar filosofía. No sólo ellos. En general, cualquier persona cuya profesión tiene un especial enfoque en el servicio a la sociedad debería zambullirse en esa disciplina del pensamiento. Pero la violenta situación de nuestra sociedad clamante de justicia requiere particularmente que los encargados de velar por la paz tengan una preparación especial, para asumir su vocación desde el compromiso y no solamente desde la obligación legal. 

¿Para qué estudiar filosofía?, era una pregunta que nos hacía al principio del curso de ética mi maestro Martín Mérida. Este domingo cumplí 13 años de haberlo conocido en su presentación de la segunda edición de su libro de poesía El País de la Mirada, que me regaló esa tarde en el Tecnológico de Monterrey. Aprendí mucho de él como filósofo y como poeta desde esa primera vez que coincidimos, y entonces decidí que quería que fuera mi maestro. Después me regaló también su amistad. 

Martín me llevó de la mano desde Sócrates hasta Kant y Dussel, en un viaje de cotidiano asombro que me hizo redescubrir al otro y es una ruta que los policías necesitan en estos tiempos de criminalidad desoladora, que tienen a la gran mayoría de nuestra sociedad temerosa por los delitos cotidianos, pese al discurso triunfalista de las instituciones por la reducción en los registros de denuncias e investigaciones. 

La compasión nacida de la empatía por el otro es una actitud que brindaría paz a las familias de las personas que desaparecen todos los días y de las que son desmembradas, inhumadas o ejecutadas públicamente. Un policía con una mirada filosófica, aunque sea un poquito, ayudaría a que la víctima impotente de un robo encuentre esperanza en la solidaridad de una persona que representa a la autoridad. 

La verdad es que los programas de formación inicial requeridos para convertirse en policía están completamente orientados en otro tipo de aptitudes básicas, desde el adiestramiento físico y táctico hasta principios de leyes y derechos humanos. La constitución, los códigos penales y los tratados de derechos humanos establecen el piso mínimo de la actuación policial, pero una preparación filosófica desde la ética, especialmente, podría transformar a los agentes del orden en agentes de paz. 

Mi experiencia es que la mayoría de los policías tiene una percepción de sí mismos como un justiciero que tiene cierto poder sobre el resto de los ciudadanos, como si fueran una categoría aparte, privilegiada para ejecutar las leyes con cierto margen de discrecionalidad. Agredir a un detenido ha dejado de ser una práctica de tortura como lo era antes, pero la mayoría aprovecharán cualquier oportunidad para desquitarse con algún golpe que no se marque, una declaración falseada para justificar algún error en la actuación o sacar algún beneficio de su labor. 

Los mismos jueces estiman que alrededor de 40 por ciento de las detenciones aún son ilegales y el uso de la fuerza tiene algunos vacíos que todavía pueden propiciar el exceso. Por ejemplo, legalmente pueden disparar a matar si un sospechoso amenaza sus vidas o las de otras personas, pero ello no sería necesario si están correctamente entrenados para inhabilitar a quien comete el delito y pone en riesgo la integridad. 

La mediación para solucionar conflictos entre vecinos o entre personas desconocidas adquiere cada vez una mayor relevancia en la justicia cívica, un modelo que previsiblemente irá extendiendo cada vez más su uso en las corporaciones de seguridad para disminuir las situaciones que propician una escalada delictiva. Y un policía filósofo puede incidir mucho mejor en la concordia que un policía justiciero. 

Twitter: @levario_j

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