�Qu� queda?

2021-03-18 06:00:00

Justicia. Eso es lo único ya que les queda esperar a las familias que, tan solo en esta última semana, fueron despojadas de sus hijas menores de edad. 

Estos últimos días dos casos han tenido mucho eco en los medios de comunicación. En ambos hay un factor común: niñas que fueron abusadas, violentadas, maltratadas y, finalmente, asesinadas. Porque esa es la palabra: asesinadas. 

Silao, Guanajuato, y Tizayuca, Hidalgo, han sido los escenarios de estos dos feminicidios y, todavía este jueves, había manifestaciones para exigir, reclamar que las autoridades hagan su trabajo y se encuentre o se procese a los responsables de estos feminicidios. 

Bibiana Montserrat tenía 12 años de edad y vivía en Silao, donde fue asesinada por su cuñado, quien la golpeó cuando intentaba abusar sexualmente de ella, de acuerdo a lo que consigna la prensa. Fue rescatada, pero murió esa misma noche en el hospital. 

Familiares y colectivos, la mayoría integrados por feministas, acompañaron y organizaron una protesta en exigencia de justicia por el feminicidio de Monse, como cariñosamente la llamaban, frente al palacio municipal. 

La preocupación es que el presunto agresor de la niña podría ser liberado por un juez. 

Nicole, de 7 años de edad, desapareció en Tizayuca y, poco más de una semana después, su cuerpo fue hallado entre la maleza. 

Ella pidió permiso para salir a jugar a la calle de su casa con su bicicleta, con otros niños. Y de allí desapareció. 

Tras la ausencia, familiares y vecinos se manifestaron, cerraron incluso vialidades y exigieron la búsqueda de la menor. Y aunque el operativo se amplió para abarcar más zonas, finalmente un residente del fraccionamiento en el que Nicole fue vista por última vez fue detenido como sospechoso de secuestrarla. 

Las autoridades determinaron, tras varias pruebas, la participación de este sujeto en la desaparición de la niña. 

Un día después, el cuerpo de Nicole fue hallado en las inmediaciones de una presa, y el presunto secuestrador fue vinculado a proceso. 

Tras darse a conocer estos hechos, colectivos llamaron a una protesta virtual. 

Ilustraciones, fotos y textos circularon bajo diversas etiquetas con el mismo común denominador: reclamar justicia para Nicole. 

Estos dos casos son sólo un ejemplo de los que a diario ocurren en este país. Infancias que no pueden estar seguras con sus parientes, que no pueden salir a jugar a la calle de la casa, que son violentadas y extinguidas en manos de criminales, con el temor continuo de las familias de estos menores de que, por un error de proceso, por una prueba mal tomada, por una hoja con errores, por vínculos o corrupción, los agresores puedan salir de nuevo en libertad. 

La justicia no debería reclamarse. La justicia debería llegar por sí misma, pronta y expedita, como rezan los cánones. La justicia debería ser una costumbre, una constante… 

Montserrat y Nicole debieron tener un futuro. Nuestros niños deben tenerlo. Un país donde puedan crecer sin miedos y libres. Donde sean escuchados, respetados, queridos. 

Cada que leo casos como estos siento que estoy en deuda con los niños, que no hemos sabido, como autoridades y como sociedad, portarnos a la altura de lo que nuestras infancias necesitan, que les debemos un mejor lugar, un mejor entorno, una mejor colonia, un mejor México. Y algo dentro de mí se llena de culpa porque, de alguna manera, pienso que podría hacer algo más para ellos, para procurarles una vida tranquila y feliz, pero no sé cómo hacerlo. 

Mientras tanto, a esas familias les quedan los carteles y las fotos, los altares y las velas, las consignas y los rayones en las paredes, los cierres de calles y las manifestaciones, los gritos y las tumbas para llorar a sus muertos. 

Y la esperanza de tener justicia, porque ya nada les puede devolver a sus hijas. 

Nada. 

Twitter: @perlavelasco

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