Fuego cruzado perpetuo

2021-05-03 08:35:23

El sábado se cumplieron seis años del fracaso más rotundo de una ofensiva del Estado mexicano contra el crimen organizado.

Como consecuencia del ataque desplegado en Villa Purificación el 1 de mayo de 2015, no se logró la captura que se pretendía del líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, sino una derrota apabullante. Un helicóptero Cougar derribado y la muerte de ocho combatientes de élite, así como una serie de bloqueos terroristas con vehículos incendiados en el estado fueron el saldo de ese ataque fallido.

Pero el fracaso no empezó ahí, sino en diciembre de 2006 con el anuncio de la guerra contra el narcotráfico que realizó el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa. Y las condiciones no se han modificado sustancialmente en las instituciones de las autoridades constitucionales. El eslogan de “abrazos, no balazos” parece significar un retraimiento de las Fuerzas Armadas respecto a las actividades del crimen organizado, en vez de una estrategia de transformación social para la construcción de paz.

El gobierno federal no ha propiciado una ciudadanía más activa y una reducción en la corrupción de los organismos públicos, empezando por los cuerpos policiales, sino una militarización de esas policías con la instauración de una Guardia Nacional que no termina de empezar a funcionar.

Si de 2006 a 2018 el Ejército y la Marina se mantuvieron de manera irregular a cargo de operaciones de seguridad pública, en 2019 se les dio un marco legal para que perpetuaran su intromisión en esas funciones, consolidando la vulnerabilidad de las personas ante las fuerzas represoras del Estado. Y en la contraparte, lejos de disminuir la capacidad generadora de violencia de los grandes cárteles, se han especializado y han construido milicias de mercenarios.

Lo que en 2015 fue un contraataque certero de un grupo de élite del CJNG, en 2021 ha evolucionado a todo un ejército completamente visible que se mueve por amplias regiones del país con vehículos artillados y cientos, probablemente incluso miles de reclutas cada vez mejor entrenados.

Un campo de entrenamiento y exterminio como el descubierto en Tepatitlán de Morelos, en la comunidad San José de Gracia, es testimonio de la capacidad operativa de los grupos criminales. Decenas de miles de casquillos y una gran cantidad de dianas de tiro en un predio que se usó para el adiestramiento táctico son indicios del inmenso monto de recursos destinados a la preparación de esos ejércitos de la mafia. Las decenas de lotes de huesos encontrados en ese terreno hacen sospechar lo peor, que en ese lugar también fueron masacradas y desaparecidas una cantidad inimaginable de víctimas. Algo que hasta ahora no se ha confirmado oficialmente y que probablemente no se confirmará, dada la dilación y complejidad de los exámenes periciales para analizar los restos óseos, de los cuales probablemente no se podrá obtener material genético que permita determinar a quién pertenecen.

Y si las estrategias de pacificación no cambian, si se mantiene a grandes rasgos la militarización de un bando y otro, ¿dónde queda la sociedad? En el fuego cruzado del Estado fallido contra una Hidra de células criminales solapadas por amplios sectores de la población que les permiten esparcirse sin necesidad de clandestinidad. Incluso presumen su magnanimidad con la entrega de regalos del Día del Niño que se difunden en redes sociodigitales como una normalización del brazo social de la necropolítica que, muchos especulan, ocurre en las narices de las propias autoridades constitucionales y se convierten, así, en cómplices.

@levario_j 

JB

 
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