Cruda�electoral

2021-06-10 06:00:00

En los 21 años que tengo de ejercer mi voto creo que jamás me había costado tanto trabajo escoger a mis candidatos como me ocurrió en la reciente elección. 

Será por cómo concebía la información o por aquello que pude conocer en la universidad, pues me topé con gente de todos colores y sellos en un entorno tan rico y variado, que jamás me he casado con un candidato o con un partido ni tampoco he tenido problema en manifestar mis intenciones de sufragio, pues en cada momento de mi vida lo he hecho por las que, entonces, pensaba como las razones correctas. 

Por ejemplo, la primera vez que voté, en el 2000, fue por Vicente Fox con la idea generacional de que seríamos los jóvenes quienes echaríamos al PRI y a toda su hegemonía, pero me fascinaba la articulación, la mente prodigiosa y las ideas de avanzada de Gilberto Rincón Gallardo. 

Así, dos décadas y pico desde la primera vez que voté, llegaron las campañas de 2021 con sus redes sociales, sus videos megaproducidos, su violencia, sus tonos polarizados y su oferta llena de candidatos que en no pocos casos se convirtieron en caricatura de sí mismos, pero también uno que otro que se erigió como una lucecita en medio de tanta densa bruma. 

A menos de una semana del 6 de junio aún reflexiono sobre por qué voté por quien lo hice: 

Cuando supe que Pablo Lemus sería el candidato de MC a la alcaldía tapatía pensé que a Guadalajara no le podía pasar nada mejor y en aquel momento tenía mi voto. Pero luego todo cambió: las amenazas de su mamá a una periodista, pero de forma particular la manera en como se hizo el llamado “control de daños”, y los discursos sobre los enemigos invasores desde el centro del país hicieron que me cuestionara de una forma más seria y profunda sobre si debía votar por él. 

Entonces tuve que voltear hacia otros candidatos y saber que mi voto podía servir para algo más. Me encontré con Dolores Pérez-Lazcarro, de Futuro, con una campaña austera y de mucha cercanía; me di cuenta cómo se alejaba de las descalificaciones a otros, la forma tan clara de plantear sus propuestas para la ciudad, su esfuerzo en cambiar los discursos y la intención de modificar las dinámicas gobernados-gobernantes. Con la proporción guardada, sentí una emoción parecida a cuando escuché en vivo a Rincón Gallardo. Ella partía, igual que él, de la premisa de otra realidad posible, de que hay otras formas de lograr un mejor entorno. Y fue ella por quien finalmente voté, con la esperanza de que lograra un espacio en el pleno del ayuntamiento, pues la misma reflexión me hizo ser muy realista sobre que no había manera de que ganara la elección. 

Otra historia me topé con los candidatos a diputación local. Sin saber a quién votar, les pregunté vía redes sociales a cinco de ellos sobre interrupción legal del embarazo. Tres me contestaron (PRI, Futuro e independiente) y una ni siquiera vio mi mensaje (Hagamos). 

Pero quien ahora será la diputada de mi distrito (8), Claudia Salas, de MC, me dejó en completo visto. Ella o su manejador de cuenta ignoró mi mensaje. Lo leyeron, pero no obtuve respuesta. Claro, no voté por Claudia. Tal vez sabían que un simple sufragio no cambiaría el paso apabullante que ahora la tiene con un espacio en el Congreso local. Y de verdad lamento su silencio, porque me pone a pensar en si habrá canales de comunicación abiertos con los próximos legisladores. 

Por la diputación federal mi intención siempre fue clara: votar por quien tuviera las posibilidades reales de dar cierto equilibrio a la Cámara baja. Y ahí estuve, votando por Mauro Garza, de MC. 

A quienes votamos nos mueven diferentes emociones, intereses, reflexiones, y no sabemos cuál será su resultado real hasta que veamos en el poder a aquellos que han sido elegidos. 

Ojalá que a la postre tengamos mejores candidatos y también un mejor entorno en este país para ejercer nuestro voto. 

Porque los volveremos a ver. 

En tres años. 

Twitter: @perlavelasco

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