Enemigos del�capital y el�Estado

2021-09-16 06:00:00

En otro momento he afirmado que las luchas sociales en defensa de la vida, también llamados movimientos socioambientales, se han convertido en las luchas más radicales en tanto confrontan las formas actuales de acumulación de capital. Por luchas sociales en defensa de la vida me refiero a todas aquéllas que tienen como objetivo la defensa de los bienes comunes naturales (cuerpos de agua, bosques, otras especies, aire, mares, etc.) de los territorios (rurales y urbanos) donde reproducen su vida, pero también a las que se organizan para encontrar a sus familiares que han sido desaparecidos y para exigir justicia por aquellos que han sido asesinados en la guerra cruenta desatada contra la sociedad. 

Así, considerando que son este tipo de luchas y protestas las que en lo que va del siglo 21 se expresan mayoritariamente, se puede afirmar, que el conflicto social principal ya no se localiza en la esfera de las relaciones capital-trabajo, sino en las resistencias al despojo, en la disputa de los territorios y en la contradicción entre los capitalistas que destruyen todas las formas de vida y quienes con otra racionalidad las defienden. 

Hace no mucho tiempo, tanto desde el Estado como desde la sociedad, se consideraba que las luchas sociales más radicales eran las que adoptaban la forma armada. Derivado de tal concepción, hacia finales del siglo 20, y con cierta razón, el carácter revolucionario de las expresiones sociales de tipo ecologista y ambiental no era muy apreciado. Quizá ahora tampoco, pero esa negación ya no es tan importante como sí lo es que se hable mejor de movimientos de resistencia o ecoterritoriales. Coloquialmente se podría decir que entre una y otra forma de lucha se pasó del uso de las armas y las bombas de explosivos a las bombas de semillas como armas principales de combate. 

Como sea, en México, desde el momento en que el capital decidió regresar con toda su fuerza a las formas originarias de acumulación, entre las primeras cosas que hicieron fue aprovechar su asociación con el Estado para que este instruyera a diputados y senadores a realizar las reformas legislativas necesarias para legalizar el despojo y la destrucción de la naturaleza. La reforma al artículo 27 constitucional, la ley de aguas, así como la reforma energética son solo unos ejemplos. Dichos embates legislativos empezaron a profundizarse durante el gobierno de Carlos Salinas y se continuaron hasta el de Enrique Peña y han sido tan amplios que mundialmente se ha reconocido que México es campeón en eso de reformar las leyes para facilitar los procesos de acumulación. 

Y los resultados están a la vista, la destrucción de la naturaleza ha alcanzado y rebasado todos los límites y por ello en México se expresan con dureza los efectos del cambio climático y la crisis ambiental. Los desastrosos efectos de la pandemia Covid-19, así como las ganancias que algunos han logrado con ella, es solo otra evidencia de lo que puede seguir sucediendo mientras se continúen las políticas devastadoras de la vida. 

Entonces, si el despojo y la sobre explotación de la naturaleza son las vías principales de la acumulación actual, quienes se opongan a dichos procesos son convertidos en enemigos del capital y Estado y se les trata en consecuencia. Por ello muchas personas, igual que en otras partes del mundo, han sido obligadas a callar por medio de la violencia, de encarcelamientos injustificados, de amenazas de muerte que se cumplen, desapariciones y desplazamientos. México es el sexto país del mundo donde se sigue cometiendo el mayor número de asesinatos de defensoras y defensores del territorio y la vida. 

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