Un domingo cualquiera

2021-10-12 06:00:00

En vano corre la impiedad maldita y ante el portento la contienda entabla 

‘El Cristo de Temaca’, de Alfredo R. Placencia 

 

El entrenador Tony D’Amato, interpretado por el abrumador Al Pacino, se dirige a su alicaído equipo: “De ustedes depende: o aprendemos a pelear como equipo o perderemos como individuos”. 

Any Given Sunday es una película de Oliver Stone proyectada en los cines a finales del siglo pasado y todo parece indicar que Enrique Alfaro no la ha visto. 

El pasado domingo Andrés Manuel López Obrador regresó a Temacapulín para que los pobladores de la zona, afectados desde hace 16 años por la amenaza gubernamental de desplazarlos ante la construcción de la Presa El Zapotillo, le ofrecieran su decisión respecto al embalse. 

El gobernador se encontró con el presidente en el pueblo. Corresponsales supieron que Alfaro se enteró apenas unos minutos antes de la resolución de los oriundos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo: la presa se queda en 80 metros, pero sólo se llenará a poco más de la mitad y se busca tener un vertedor físico para la salvaguardia de la población. 

La propuesta de los pobladores choca con el proyecto de Alfaro de lograr una solución que traiga agua a una sedienta Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Él, como las anteriores administraciones estatales, vio que la presa originalmente construida para surtir de agua a León pudiera paliar la situación de la capital de Jalisco a largo plazo. 

Esta esperanza es exactamente eso, una aspiración que, tras cientos de millones de pesos en estudios, no se ha materializado en acueductos que puedan llevar líquido primero a los Altos y luego a la ZMG. 

Es obvio que no le gustó la decisión de los pobladores que, siguiendo a Sonia Serrano, han sido un “referente histórico” de lucha. 

La estampa de este domingo fue así: unos pasos antes de entrar a la carpa ubicada en la plaza pública de Temacapulín, ocupada por varias decenas de personas, caminaban un López Obrador complacido y un gobernador que quería decirle algo al presidente, sin éxito porque un grito cerrado ahogaba hasta al altoparlante: “¡Fuera Alfaro! ¡Fuera Alfaro!”. 

Una señora se acercó a López Obrador para darle la bienvenida con un collar de flores anaranjadas. Luego también al gobernador. Este primero dudó con la mano y al final dejó que le pusieran el adorno. Colocados ya en su lugar, el grito contra Alfaro no cedía. Parado, el emecista sabía que este no era un domingo cualquiera. 

Antes de sentarse se quitó el collar. Incómodo, se dispuso a escuchar al presidente y a los pobladores con la mirada perdida hacia el techo de la carpa y los brazos cruzados, rogando a Cronos que el tiempo se acelerara. Exasperado, visiblemente impaciente, no fue requerido para dirigirse a la población. 

Este era el tono de los discursos: “Un sinnúmero de funcionarios, políticos y autoridades en turno, destacando al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, hoy presente por primera vez en nuestra comunidad, nos despreciaron y nos dieron la espalda, pero la historia no deja hueco para la memoria, la verdad y la justicia”. 

De repente, a diferencia de cuando sale en sus videos ultraproducidos y con la seguridad de un tiburón, estaba “de frente” a la población y ésta lo rechazaba de manera contundente. 

Claro que minutos después se dirigió a unos cuantos medios presentes para descalificar la propuesta técnica de la presa –con ignorancia, porque no la conocía– y para decir que eran grupos de Morena los que estaban detrás del coro que gritaba “¡Fuera Alfaro!”. 

Por los antecedentes y por sus gestos se sabía perdedor. Desamparado, veía cómo el presidente cosechaba los cariños de la población y él se quedaba mirando, completamente fuera de lugar. Alfaro no quiso hacer “equipo” con el pueblo, no eligió “pelear” su batalla y terminó como un “individuo” derrotado. 

Eso es. Un solitario en un domingo cualquiera. 

Twitter@cabanillas75 

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