Nombrar

2021-12-02 06:00:00

Hace algunos años, en 2015 o 2016, quienes se encargaban de comunicar desde el gobierno estatal les pedían a algunos reporteros, bajita la mano, que dejaran de ponerle la palabra Jalisco al Cártel Jalisco Nueva Generación, porque eso traía mala imagen a la entidad. 

Cuando en la redacción supimos de esa sutil sugerencia, comentamos lo desafortunado del caso. El cártel así se llama, decíamos, pero sobre todo teníamos claro que cambiar las palabras o intentar disfrazar una realidad y usar formas engañosas para omitir información no cambiarían los hechos avasalladores. ¿De qué serviría que los medios en el estado omitieran el “Jalisco” cuando el resto del país y en el mundo así se le conocía? 

Parece que hay una tendencia a que los hechos dejen de nombrarse, como si con ello desaparecieran en automático, como si al omitir informar o difundir, nadie se diera cuenta de lo que ocurre. Tal vez eso funcionaba hace décadas, cuando la única información que recibía la población era aquella que salía de la boca y los dedos de las personas en el poder y la prensa que los distribuía. Ahora, con tantas formas de comunicarse y de hacer correr la información, no sirve de mucho el intento de controlarla. 

La semana pasada, durante la visita que hizo el gobernador Enrique Alfaro al municipio de Puerto Vallarta, un reportero le cuestionó sobre el caso del asesinato del ex mandatario Aristóteles Sandoval. El reportero dio como contexto, además, la privación ilegal de la libertad y el posterior asesinato del empresario Felipe Tomé, y la liberación de dos marinos que habían sido secuestrados en días previos; yo acoto los cientos de casos de desaparecidos que ocurren en aquella ciudad costera. 

El gobernador, a su estilo, y sin dejar que el reportero terminara de hacer su planteamiento, contestó que Puerto Vallarta es uno de los municipios con menor percepción de inseguridad en el país, “y hay que cuidarlo”, sentenció. “Vallarta ha tenido hechos lamentables, pero no podemos seguir hablando de eso porque ustedes (y señaló a los compañeros de la prensa que ahí se encontraban) al hacerlo, lastiman al destino”. El reportero revira, sin éxito, “tampoco podemos callarlo…”. 

“Yo lo que voy a hacer siempre –enfatiza Alfaro– es hablar bien de Puerto Vallarta y de que este es un lugar seguro porque me interesa que esa sea la imagen de nuestro municipio”. 

Esta declaración del mandatario, en la que acusa a la prensa de “lastimar al destino” al plantear, informar, preguntar, sacar a colación, publicar o transmitir (todo eso que hacen los periodistas) aquello relacionado con la inseguridad que azota a Vallarta llevó a que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos solicitara a las autoridades de Jalisco respetar la actividad periodística y la libertad de expresión. 

El comunicado del organismo defensor, publicado el 30 de noviembre, señala que se ha incurrido en conductas contrarias al libre ejercicio periodístico y el derecho de acceso a la información, y manifiesta su preocupación por la declaración de Enrique, “quien señaló que los medios de comunicación locales deben limitar la información y dejar de hacer publicaciones sobre los delitos de alto impacto porque lastiman el turismo en Puerto Vallarta”, pues ello no abona al libre desempeño periodístico. 

Las palabras que no quieren que se digan o se escriban sí importan. Traen a nuestra mente y al imaginario colectivo recuerdos, entornos, contextos, situaciones en las que estamos inmersos. Quitar la palabra “Jalisco” del nombre de un cártel no lo hará menos poderoso o peligroso; no publicar sobre la inseguridad en Puerto Vallarta no hará un lugar más pacífico. 

Álex Grijelmo, periodista de profesión y un defensor apasionado del idioma español, señala que los difusores del pensamiento desde el poder político “extienden sus tentáculos hacia las palabras que nosotros sentimos, y hasta consiguen que suenen tibias las verdades más descarnadas”. 

Si no lo nombran, no existe. 

Twitter: @perlavelasco

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