La �ltima y nos vamos

2022-01-02 06:00:00

Hacer periodismo de investigación requiere tiempo y dinero. Y para los periodistas freelance no sólo es necesario tener los recursos para transportación, hospedaje, pagos de documentos; es indispensable contar con un ingreso que nos permita llegar a fin de mes sin angustia.

Mi colega Paula Mónaco Felipe y yo postulamos en mayo pasado al Proyecto Piloto de Periodismo de Investigación (PPAPI) de la UNESCO México con un tema del que sólo teníamos un par de certezas.

Ana Enamorado, mamá de Óscar, un joven desaparecido en Puerto Vallarta, le había contado a Paula que una mujer de un laboratorio de genética –a la que no conocía– la había citado en un café para decirle que los restos de su hijo podrían estar en una morgue de Michoacán.

Conectamos con un dato que yo había encontrado haciendo una investigación de fosas clandestinas: sólo en Coahuila un laboratorio de nombre ADN México estaba trabajando en la identificación de restos exhumados en campos de exterminio. ¿Era la misma empresa?

Hicimos un reporteo previo para enviar la propuesta. Googleamos muchos laboratorios. En el sitio web de ADN México, cuya razón social es Central ADN, SA de CV, encontramos pistas: el laboratorio ofrece bases de datos y un software único para hacer búsquedas por compatibilidad en genotipos, por expediente, por código o “como el cliente lo solicite”.

¿Cómo es que una empresa podía tener los expedientes y datos de personas no identificadas? Si esto era verdad estábamos ante un caso de corrupción.

La UNESCO nos dio la beca y arrancamos el primero de agosto.

Paula y yo pensamos, como una primera hipótesis, que la información confidencial de Ana Enamorado podía haber salido de la fiscalía o la morgue de Jalisco; no teníamos idea de la magnitud.

Mamás de Por Amor A Ellxs nos dijeron que ese laboratorio les había hecho pruebas de ADN gratis, a algunas les había entregado resultados y a la mayoría las había ilusionado diciéndoles dónde podían estar sus hijos. Hablamos con más familias del país.

Nos dijeron que la mujer, de nombre Mariana García Sosa, aseguraba que sus perfiles genéticos serían contrastados con datos filtrados por la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) o la PGR.

Entre más buscamos más creció la investigación.

No encontramos convenios-contratos de Jalisco con Central ADN, sí con Coahuila, Morelos, San Luis Potosí y la PGR. Vimos que detrás de la empresa estaban ex funcionarios y empresarios mediáticos. Dimos con una denuncia en contra del primer comisionado Roberto Cabrera, por haber presuntamente entregado una base con más de 50 mil perfiles genéticos a “un particular”, que sería Central ADN.

Era tanto que le pedimos apoyo a Luis Brito, un talentoso colega especializado en seguridad. El fotoperiodista Miguel Tovar se encargó de la parte audiovisual. Los viernes de cada semana nos reunimos con el editor de la beca Francisco Sandoval y, en el trayecto final, nos editó con paciencia Guillermo Sánchez Cervantes.

Es probable que sin la beca hubiéramos publicado solo una parte de “Traficantes de ADN”, sin ir más a fondo. (Todavía quedan cosas pendientes).

Dieciséis medios del país nos ayudaron a replicar la investigación, entre ellos esta casa editorial.

Gracias totales e infinitas a NTR Guadalajara por eso, pero también por haberme ofrecido un hogar para alimentar esta Cartapacio, una columna de la que hoy me despido para continuar con otro proyecto de largo aliento.

Gracias, querido Sergio René de Dios, mi profesor de periodismo en la universidad y ahora editor. Gracias Alejandro Cabanillas, Perla Velasco, Sonia Serrano –una de las periodistas que más admiro–. Gracias a quienes leyeron alguna vez este espacio. Espero que nos volvamos a encontrar.

[email protected]

jl/I

 
Derechos reservados ® ntrguadalajara.com