La violencia verbal tambi�n es violencia

2022-01-31 06:00:00

Cuando una persona ya no tiene argumentos o sus ideas son limitadas, pero no quiere dialogar, sino mantener su postura, la única salida que le queda es usar descalificaciones y acudir a la violencia verbal. Sin embargo, puede que no sea el caso del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, quien de manera reiterada violenta con su lenguaje y su discurso a quienes no piensan como él. 

Disentir es válido y normal entre los seres humanos. Lo que escapa de esa normalidad es ensuciar las discusiones públicas con lenguaje soez, como si de un pleito de cantina se tratara. 

La pandemia provocada por el coronavirus ha sido complicada para todos. El miedo, los contagios, las deficiencias en el servicio de salud, los aislamientos y las muertes nos han marcado a lo largo de casi dos años. Los errores y las graves omisiones de las autoridades estatales y federales han empeorado la situación. Todo esto hace aún más grave que el gobernador Enrique Alfaro descalifique a los maestros de la Universidad de Guadalajara porque sus autoridades retrasaron una semana más el regreso a las aulas. 

Después que la Universidad de Guadalajara decidiera posponer el regreso a la presencialidad, el gobernador declaró que “a lo mejor se sienten más cómodos sin trabajar”, asegurando que “el regreso a clases va bien en Jalisco”. 

Lo dijo el mismo gobernador que tuvo que aislarse alrededor de una semana porque junto con un grupo importante de políticos cercanos a él dio positivo a Covid-19 y tuvo que dejar de trabajar, si atendemos a sus propias ideas de que el trabajo que se hace desde la virtualidad no cuenta. Además, lo declaró el gobernador de este estado que tiene su peor momento en la pandemia, con más de 10 días superando sus propios picos de contagio. Lo dijo el gobernador del Jalisco que colapsó cuando la pandemia disparó la necesidad de espacios en hospitales, cuando se requirieron más tanques de oxígeno y, recientemente, cuando se requería hacer más pruebas. 

A lo largo de la actual administración, los jaliscienses hemos tenido que aguantar la vulgaridad en muchas de las expresiones del gobernador. En este diario, cuando quiso descalificarnos y nos llamó “periodiquito”, la reportera Elsa Martha Gutiérrez cuando le dijo que no iba a contestar “estupideces”, así como Rocío López Fonseca cuando prácticamente arrastró al secretario de Salud, Fernando Petersen, de una entrevista, acusando a la periodista de acudir a “reventar”. 

Los jaliscienses tuvimos que aguantar que en abril de 2020 dijera que la pandemia se había complicado “por los pendejos que siguen sin entender”, aunque unos meses después fue captado en pleno botón rojo de restricciones sanitarias en un bar, al que dijo fue por unas rebanadas de pizza y un whisky. 

Las dificultades del gobernador para comunicarse cuando no está de acuerdo con alguna medida podrían ser un problema que debe atender médicamente, pero ese es su problema. Lo que no se vale es que desde el cargo que tiene y por el que los jaliscienses le pagamos mantenga como una constante las agresiones. 

Porque cada vez que dice hablar de frente a la población, aunque en realidad lo haga solo ante las cámaras de las empresas que cobran cientos de millones de pesos por la difusión de su imagen, descalifica a quienes lo cuestionan o a quienes no piensan como él. Para otro botón de muestra, sus recientes declaraciones sobre las dudas que deja el proyecto de MiMacroPeriférico que, si bien es mejor que la ruta 380, nos dejará una deuda millonaria por más de 20 años, pues no hubo oportunidad de revisar si existía alguna alternativa más económica. 

La violencia verbal también es violencia. Y los jaliscienses no debemos normalizarla. 

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