Los intereses de la guerra

2022-02-27 06:00:00

La guerra en Ucrania, aunque lejana, ha generado una exaltada preocupación de impactos previsibles en la economía local. 

La propaganda proestadounidense se aprovecha de la proyección global de los problemas políticos y de las confrontaciones bélicas para sacar ventaja a favor de ciertos intereses de una manera desproporcional. No es lo mismo una matanza que pone en riesgo el dominio de Estados Unidos y sus aliados del pacto de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que un genocidio cotidiano en Palestina a manos de Israel. De inmediato hay una reacción internacional condenando la amenaza contra Occidente. 

Que Rusia quiera meter sus manos en una región geoestratégica como la puerta a Europa desde el mar Negro provoca escándalo, mientras que los ataques de Estados Unidos en Irak y Afganistán durante años fueron tolerados e incluso respaldados con la justificación de proteger al mundo del terrorismo. Se ha difundido de repente el miedo a una tercera guerra mundial, entre el sensacionalismo mediático y los memes, magnificando una guerra que por el momento está confinada al territorio ucraniano y que muy probablemente no se extenderá más allá. Ni a Rusia ni a Estados Unidos ni a la OTAN ni a ninguna de las potencias nucleares les conviene una escalada bélica. 

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, fue elevado en medios de comunicación al grado de héroe por quedarse en el país y rechazar el ofrecimiento de sacarlo para evitar ser asesinado. Sin embargo, el mismo mandatario fue promotor de la militarización y la polarización en algunas regiones del país. El encumbramiento del líder antirruso es un elemento más de la propaganda occidentalista y merece cautela cualquier juicio reduccionista. 

Cualquier guerra es condenable, y tomar partido desde un desconocimiento de la situación histórica y coyuntural entre Rusia y Ucrania es caer en el juego de la manipulación de los grandes intereses políticos y económicos a nivel mundial. La paz es la única causa viable y bien deberíamos saberlo en un México fraccionado por la disputa generalizada de distintos grupos con intereses económicos y políticos que se contraponen. 

El famoso lema ridículo de la campaña lopezobradorista de “abrazos, no balazos” tenía su principal flaqueza en ser parte de una propaganda electorera y no de una verdadera estrategia para abrazar la paz como un modo de vida político. Halló eco en un anhelo de gran parte de un México desgarrado por las matanzas cotidianas, desde Cancún hasta Tijuana, desde Reynosa hasta Acapulco y ahora con una violencia exacerbada en Zacatecas y en Colima. 

Jalisco no es ajeno a esa batalla diaria que mucho se asemeja a una guerra civil que, aunque no ha establecido como su objetivo principal disputar el poder constitucional, sí se disputa en la práctica el poder político y económico de amplias regiones del territorio, y en muchos casos controla gobiernos municipales, comisarías, carreteras, comunidades enteras. 

Aquí también la militarización ha contribuido a perpetuar ciertos intereses, en este caso de los grandes señores del narcotráfico en la consolidación de la magnificación de ganancias a partir de negocios ilícitos. Y en medio está la gente, estamos quienes no hemos tomado partido por unos ni otros, quienes simplemente deseamos tener una vida digna. 

Aquí tampoco debemos caer en apostar por el bando del gobierno, que se aprovecha de la guerra para legitimar su permanencia en el poder, ni por el bando del crimen, que trata de legitimarse ante comunidades marginadas. 

La paz debe ser el objetivo, pero no desde la demagogia cínica, sino desde la cotidianidad solidaria. 

Twitter: @levario_j

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