Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros
Groucho Marx
El momento fue más o menos así: termina una rueda de prensa y Enrique Alfaro Ramírez se acerca a los reporteros. Atiende algunas preguntas durante seis minutos y llega la de NTR. Lauro Rodríguez dice “gobernador, cifras de la Fiscalía mencionan que este sexenio tiene más homicidios que el sexe…”, y ahí es interrumpido por el mandatario para espetar… “yo no voy a seguir en esa lógica de quienes quieren seguir lastimando a Jalisco. Háganlo ustedes, yo no”.
Rechazó contestar ante un dato estadístico absolutamente neutro: su administración es la que registra la mayor cantidad de asesinatos de la historia de Jalisco, según los registros oficiales disponibles (desde 1990).
No imagino cómo un trabajo periodístico –en este caso de Juan Levario– que recopila la información oficial que se encuentra en el Inegi, las procuradurías y fiscalías en turno y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública pueda tener la intención de lastimar a Jalisco. Es una fotografía numérica.
Durante el periodo de Carlos Rivera Aceves y Guillermo Cosío Vidaurri (entre 1990 a 1994) se registraron 3 mil 893 asesinatos. El dato es parcial porque no hay más disponibles. Luego, 3 mil 728 homicidios ocurrieron en el sexenio de Alberto Cárdenas Jiménez.
Con Francisco Javier Ramírez Acuña se reportaron 2 mil 774 y luego casi se duplica en el gobierno de Emilio González Márquez, con 5 mil 538 homicidios registrados. Mientras que con Jorge Aristóteles Sandoval Díaz se dispararon a 8 mil 368. Por fin llegamos al sexenio alfarista: van 8 mil 950 homicidios entre diciembre de 2018 a mayo de 2022.
A cada uno le tocó lidiar con el crimen con enfoques muy diferentes. Unos tuvieron que lidiar con el Cártel de Guadalajara, otros con el de Sinaloa o el del Milenio, también con Los Zetas y finalmente con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Todos temibles, todos letales.
Si lo ponderamos, las cifras también son devastadoras para la administración de Alfaro: “En el actual hay 135 personas asesinadas por cada 100 investigaciones, mientras que en el sexenio de Sandoval Díaz y el de González Márquez fue de 117 en cada uno. En el de Ramírez Acuña fue de 110”.
Hoy nuestro estado se encuentra lacerado no por las notas que pueden publicar los pocos medios no alineados a la estrategia de Alfaro, sino por las violencias cotidianas de las que somos víctimas con la frecuencia frenética de la guerra.
Una lucha que estamos perdiendo: tanto en la trinchera de la violencia como en la percepción. La aclamada Susan Sontag escribió en su maravilloso ensayo Ante el dolor de los demás que: “Esto es lo que hace la guerra. Y aquello es lo que hace, también. La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destripa. La guerra abraza. La guerra desmembra. La guerra arruina”.
Cómo podemos dañar al redactar o publicar datos que no deberían de existir. Un asesinato y una desaparición son reflejo de una sociedad atormentada. Pero más de 15 mil desaparecidos y 9 mil asesinados muestran la descomposición de la estructura gubernamental que junto o debajo del control del crimen organizado provocan un estado fallido.
No verlo, negarlo, voltear a otro lado o simplemente tener el impúdico cinismo de devolver el argumento para que los medios no publiquen este tipo de estadísticas me parece un tema que raya en lo clínico.
Alfaro responde con un descaro olímpico ante una legítima pregunta. La segunda acepción de la RAE al cinismo es: “Impudencia, obscenidad descarada”.
La del estribo la dejo para el genial escritor británico Robert Louis Stevenson, quien supo como muy pocos de dualidades sicológicas: “Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa”.
Twitter: @cabanillas75
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