Una triste�democracia sin dem�cratas

2023-03-12 06:00:00

“Lo que hace Bukele (presidente de El Salvador) me provoca cierta contradicción; no está tan mal si bajó los delitos”, me dijo con algo de cautela un connotado político norteño de un partido de oposición, mientras un veterano periodista de aquellos lares lo secundaba, rotundo: “La gente debe decidir qué prefiere entre seguridad y libertades”. Yo, bastante asombrado, les reviré a ambos: no hay verdadera seguridad a largo plazo sin un sistema de libertades bien soportado en un Estado eficiente que garantice la eliminación de la impunidad. “Contraponer democracia a desarrollo es absurdo; es porque no hemos sabido construir una democracia sólida que la percibimos como una especie de lujo, cuando saber acordar en equidad y reconocer derechos es el camino…”. 

No ocultaré la desazón que me provoca que los dirigentes de oposición no anden tan lejos del presidente López Obrador en cuanto a ideas políticas. Un pragmatismo excesivo, una ausencia de principios democráticos en los hechos (el poder se ejerce, dicen orgullosos), y eso sí, discursos ampulosos de defensa de la democracia que no omiten una apelación al gris cuando se trata de regresiones como el famoso plan B para el INE (que vea el presidente que sí sabemos negociar), el predominio de agendas de corto plazo, donde el grupo político se beneficie. Y la democracia ...es solamente una palabrota. 

En tres décadas de democracia electoral real nos quedamos rezagados en algo de lo más importante: formar demócratas para que el sistema político tuviera largo plazo. Si en un futuro nada lejano nos sentamos a rememorar estos días que parecen encaminar al país a terminar en una regresión completa, creo que contaremos que una de las cosas que más nos pesaron fue la ausencia de demócratas. 

Otro síntoma claro es cuando se ponen valientes y dicen de AMLO que “es igual a los otros”. Aparte de que se autoinmolan en aras de parecer autocríticos (y democráticos, claro), se trata de un diagnóstico pésimo. Es una de las pocas cosas en que coincido con el tabasqueño: en que efectivamente no son iguales. AMLO es realmente un político astuto que se disfrazó de demócrata para llegar al poder, aprovechando todas las herramientas disponibles, y una inmisericorde apelación propagandística a la justicia, la verdadera paz, el castigo a las élites, incluso el amor (no hay régimen autocrático que no busque ser la “república amorosa” para justificar la cancelación del disenso). No es, pues, nada con lo que nos hayamos topado en la era democrática. 

Es un enterrador de democracias, bajo el peso abrumador de aprovechar sus flancos débiles para aplastarla: transparencia para demostrar que son corruptos, crimen para demostrar que son ineficaces, libertad de expresión para calumniar sin freno y para victimizarse, apelación a la igualdad para destruir la sociedad civil plural… No, es verdad que “no somos iguales”. El experimento amloísta nunca ha sido demócrata, y no será el primero en la historia moderna que busque quedarse con todo el poder tras usar las escaleras que le tendieron las instituciones democráticas. 

Los políticos opositores no la pasarán tan mal como los ciudadanos. Sabemos que el corporativo morenista es como la iglesia de Jesucristo, recibe a todos los hijos pródigos con un mínimo de contrición. Formados en una cultura en la cual la componenda resolvía todo mientras no se resquebrajara el monolítico edificio del Estado, no moverán un dedo por salvar un orden democrático en el que nunca creyeron, y se vieron obligados a competir. 

Un último apunte: se ha dicho también que lo que busca AMLO es la restauración de la vieja corporación tricolor que gobernó entre 1940 y 1982 México con el evangelio del nacionalismo revolucionario. Si la compramos toda, volvemos a equivocarnos. Esa es la imagen de la nostalgia, nada más. La novedad histórica del tabasqueño obliga a mirarlo como un caudillo populista antisistema, antiglobalización, antipluralismo, más cerca de Perón, Vargas o Chávez que de Cárdenas o López Mateos, quienes, con diferencia, fueron constructores de instituciones. 

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