La escucha en la vida p�blica

2023-05-09 06:00:00

Cada año, el Vaticano expresa un mensaje a los medios de comunicación y cada papa le imprime su sello personal. En este año, en la 57.ª Jornada de las Comunicaciones Sociales, el papa Francisco utiliza como lema de su mensaje “Escuchar con el corazón”. En esta colaboración se extraen algunos puntos en relación con los comunicadores y periodistas.

En política, los funcionarios públicos expresan monólogos en el acto de gobernar y en particular, en las campañas electorales. El papa Francisco, en su escrito Hablar con el corazón, recomienda a los políticos el uso del “duólogo”: un monólogo a dos voces, como señala el filósofo Abraham Kaplan.

En realidad, aún en muchos de nuestros diálogos sociales, no nos comunicamos en absoluto. Estamos simplemente esperando que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista.

Escuchar en la vida pública es, por tanto, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación social. No se puede comunicar si antes no se ha escuchado, y señala el papa Francisco, que no se hace buen periodismo sin la capacidad de escuchar.

Argumenta que “para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa es necesario haber escuchado durante largo tiempo”. Para narrar una situación o describir una realidad en un reportaje es esencial haber sabido escuchar y además estar dispuestos también a cambiar de idea, a modificar las propias hipótesis de partida del reportaje.

Solamente si se sale del monólogo globalizador y centralista se puede llegar a esa concordancia de voces que es garantía de una verdadera comunicación en la sociedad.

Sobre todo, escuchar diversas fuentes, “no conformarnos con lo primero que encontramos”, porque así aseguramos seriedad a las informaciones en las narrativas periodísticas.

Escuchar más voces, escucharse mutuamente, permite ejercitar el arte del discernimiento, que aparece siempre como la capacidad de orientarse en medio de una sinfonía de voces, en las que algunas veces no aportan nada, o solo ideologizan las conversaciones en todos los espacios socioculturales.

En la vida pública en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos. Esto es síntoma de que, más que la verdad, se busca el consenso; más que a la escucha se está atento a la audiencia.

La buena comunicación, en cambio, no trata de impresionar al público con un comentario ingenioso dirigido a ridiculizar al interlocutor, sino que presta atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la realidad.

Mucha desconfianza acumulada hacia la “información oficial” ha causado una infodemia, dentro de la cual es cada vez más difícil hacer creíble y transparente el mundo de la información.

El papa Francisco explica que es preciso escuchar en profundidad, especialmente el malestar social acrecentado por la disminución de las actividades económicas y las crisis del empleo.

Por ejemplo, en la realidad de las migraciones forzadas por la violencia y la pobreza. Para vencer los prejuicios sobre los migrantes y ablandar la dureza de nuestros corazones es necesario escuchar sus historias y narrarlas. Dar un nombre y una historia a cada uno de ellos. Muchos periodistas ya lo hacen. Y muchos otros lo harían si pudieran. ¡Alentémoslos!– dice el papa.

“¡Escuchemos estas historias! Después, cada uno será libre de sostener las políticas migratorias que considere más adecuadas para su país”, e insiste que ya no serán ante nuestros ojos sólo números o invasores peligrosos, sino rostros e historias de personas concretas, miradas, esperanzas, sufrimientos de hombres y mujeres que hay que escuchar.

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