Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos

2023-06-27 06:00:00

Hace tres años el mundo se enfrentó a una de las peores pandemias que la historia moderna ha experimentado. El Covid-19 vino a cambiar nuestro mundo y nuestra percepción de lo humano. Sería trágico que en tan poco tiempo se empiece a dejar en el olvido lo que tanta angustia y dolor nos causó la pandemia.

Del brote de enfermedad por coronavirus (Covid-19) fue notificada su existencia por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019; y el 5 de mayo de 2023 fue declarada el fin de la emergencia sanitaria de la pandemia por el director general de la Organización Mundial de la Salud, la OMS, el etíope Tedros Adhanon Ghebreyesus.

Sin embargo, el director general de la OMS aclaraba: “Esto no significa que Covid-19 haya dejado de ser una amenaza, sigue siendo una prioridad de salud pública global”.

En México puso fin a la emergencia sanitaria el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell Ramírez, “ya que se cumplen las características que establece la OMS para suspenderla, como son los altos niveles de inmunidad por infección o vacunación, y la disminución en el número de casos, hospitalizaciones y decesos”.

Fue una noticia que, después de tanto dolor, llegó como alivio por las repercusiones emocionales que dejó y que siguen presentes, y se empezó a reflexionar en las enseñanzas que esta enfermedad nos dejó como personas, en las familias y en los distintos grupos sociales.

Quienes enfermaron o enfrentaron la muerte de sus seres queridos vivieron una serie de cambios emocionales y físicos que persisten. Fue una experiencia transformadora para toda la humanidad.

Según la numeralia, la pandemia costó más de 300 millones de años de vida debido a la muerte prematura de millones de personas, entre 2020 y 2021. Según la OMS, cada muerte atribuida directa o indirectamente al Covid-19 a finales de 2021 provocó una pérdida de más de 22 años de vida, lo que equivale a más de cinco años de pérdida de vida por segundo, precisó la OMS en su informe anual de estadísticas.

Para los sociólogos y especialistas, el personal de la salud sufrió un alto impacto emocional por el temor de infectarse, por el temor de llevar la infección a sus seres queridos, por lo que algunos decidían aislarse en su propia casa para no infectarlos.

Así, los médicos, enfermeras y enfermeros, psicólogos, nutriólogos, camilleros, personal de intendencia y algunas áreas administrativas tuvieron que hacer frente a una enfermedad que afectaba indiscriminadamente a niños, jóvenes y adultos. Se aprendió que la mejor forma de solidaridad es cuidar a los demás.

El personal de salud no solo enfrentó el cansancio emocional, también el físico, porque entre ellos se hizo presente el síndrome de burnout, o agotamiento físico y mental que se prolonga y altera la personalidad y, sobre todo los primeros meses de la pandemia, porque carecían de las herramientas necesarias para combatir la enfermedad. Fue uno de los momentos más difíciles para ellos.

En algunos grupos sociales pareciera que no se aprendió nada. A poco más un mes del haberse declarado el fin de la pandemia, todo nuestro reconocimiento a los médicos y enfermeras y personal de salud por su entrega y solidaridad. Ellos se transformaron atendiendo a sus pacientes.

Muchas personas ante esta situación límite, en la enfermedad, en algo tan trágico, descubren que no son poderosas, que son personas frágiles, vulnerables, que necesitan del acompañamiento, y de la presencia de la trascendencia. La fortaleza de las personas se puso a prueba en esta crisis. Una vez saliendo de ella conocimos de lo que estamos hechos.

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