La violencia, como el aprendizaje de otro idioma

2023-07-24 06:00:00

Los procesos electorales adelantados han marcado una inobjetable agenda que subsume todas las temáticas al proceso de selección de candidata(o)s por las dos coaliciones de peso: Juntos hacemos historia y, el Frente amplio por México. Sin embargo, en un margen no muy lejano de la parafernalia proselitista, se mantiene con una constancia y presencia el fenómeno de la violencia, a través de diferentes formas de desarrollarse y con distintos objetivos dependiendo del punto que origina la violencia.

En efecto, la presencia del escenario de violencia constante se vive desde hace varias décadas y ante ellas han transitado diferentes marcas políticas en los distintos niveles de administración con resultados bastante precarios.

El origen de los escenarios de violencia se ha producido a través de múltiples conductores de ésta. En la época de la conducción de un solo partido y, particularmente en las décadas de los años 60 a 80, había expresiones de violencia inducidas por diferentes instancias de gobierno que buscaron mantener, supralegalmente, los controles de los espacios en su directa influencia. Diferentes zonas del país se encontraban administradas por esta zona de violencia organizada y estructural que evidentemente, en nada contribuía en la proyección de esquemas de gobiernos democráticos y representativos. El avance progresivo del final de los 80 al 2000, marcaron nuevas pautas de participación social y el orden institucional se superpuso de forma gradual en la sociedad. Nuevas perspectivas electorales y de representación mitigaron esos espacios de violencia que, aunque se redujeron, no dejaron de estar presentes.

Diferentes expresiones del crimen organizado se han hecho presentes en diferentes zonas del país, estableciendo formas paralelas de control sobre zonas de ciudadanía que encuentran, imposible o muy lejana, la presencia articulada del Estado. La disminución de ausencia del gobierno deja a grupos fácticos con controles sobre zonas del país y, se trata de zonas en las que la ausencia institucional del Estado, genera formas alternas, frecuentemente basadas en la violencia, como forma de funcionamiento social. Varios teóricos han definido que estas formas de violencia se han convertido, de forma práctica, en un mecanismo articulado de comprender los valores que predominan en la zona de esa influencia, es decir, es como el aprendizaje de un nuevo idioma que se interioriza a partir de las acciones que se generan en esos espacios sociales.

De esta forma, podemos encontrar el progresivo aumento de autodefensas en el país que, ante la falta de negociaciones eficientes con el Estado o con los grupos fácticos de poder, se autoestablecen como grupos sociales de defensa, es decir, sin el marco institucional al que se han visto orillados a desarrollar ante la ausencia constitucional de Estado de Derecho por parte del gobierno.

Por otra parte, zonas amplias del país viven bajo los controles de los grupos fácticos de poder que se generan a través de diferentes estrategias de controles, asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, robos, extorsiones que, en su conjunto para quienes viven dentro de esa zona de influencia, comprenden la sintaxis de ese poder. Es decir, no se trata de elementos inconexos sino todo lo contrario, un mecanismo que mantiene el orden que esos grupos de poder establecen sobre las zonas de su influencia.

Hemos avanzado en una especie nacional de aprendizaje de un nuevo idioma que incorpora la gramática práctica de diferentes grupos de poder que, a diferencia de otras décadas, se ha multiplicado y dispersado en diferentes actores que, al margen del Estado mantienen los controles de zonas importantes en las que habitan ciudadanos que han tenido que incorporar de manera fáctica esa nueva forma de organización. ¿Habrá alguna propuesta que busque la eficiencia y garantía social para los ciudadanos en este desmesurado campo prelectoral?

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