En lo que va del año el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, ha elevado el tono de sus mensajes para urgir a detener las causas de “peligros que acechan al planeta y a sus habitantes”.
El calentamiento global es una causa grande (compleja) que urge detener. No será tan fácil porque ha crecido sobre un vacío ético en la forma de entender el desarrollo.
Guterres ha llamado a detener los ritmos de contaminación (relacionados con índices de producción y de riqueza material para unos cuantos); a cambiar el modelo de bienestar (que demanda recursos que empobrecen a países y ecosistemas enteros) y a pacificar los conflictos político-económicos. Tres factores que producen muertes, contaminación y degradación de los ciclos planetarios.
En 2009, el Centro de Resiliencia de Estocolmo desarrolló el concepto de límites planetarios. Como organismo vivo, la Tierra tiene límites para mantener su estabilidad y salud. La organización identificó nueve procesos clave para absorber los impactos negativos en el globo. De romperlos se pone en peligro el funcionamiento de la vida, tal como la conocemos.
La revista Science Advances publicó este mes que hemos roto ya seis de estos límites: la estabilidad climática, el equilibro de los ciclos del nitrógeno y el fósforo (fundamentalmente a partir de la producción agrícola industrial), la integridad de la biósfera con la deforestación y pérdida de biodiversidad (debido al cambio de uso de suelo para expandir la urbe o las áreas de producción), la generación de químicos sintéticos (incluidos los plásticos); el agotamiento del agua dulce; y la emisión de aerosoles a la atmósfera.
Estos factores están relacionados unos con otros y se expresan en el gran evento global del cambio climático.
El llamado de Guterres alude a datos científicos dignos de considerar. Según la NASA, en julio de 2023 millones de personas y de seres vivos en el mundo experimentaron las más altas temperaturas en la Tierra, junto con la presencia de inundaciones e incendios y sequías sin precedentes.
Tal vez lo más preocupante es que los estudios confirman que existe una inercia a elevar la temperatura climática del orbe a 2.8 grados centígrados al finalizar este siglo, o sea, en los próximos 70 años. Esta cifra está muy por encima de los 1.5 grados que los investigadores advirtieron para mantener la salud planetaria.
¿Por qué es una tendencia? Porque existe una agresiva resistencia de la población a bajar los estándares de crecimiento y a modificar los modos “exitosos” de vivir. Es decir, porque no tenemos construido un lugar especial en la sociedad para la ética.
Aquí es donde vale la pena reflejarnos como ciudadanos planetarios, con una visión ética que nos haga reflexionar sobre nuestras decisiones. Refiero a dos asuntos cotidianos de gran calado.
Viajes en avión. En México, el secretario de Turismo señaló, como una buena noticia, que en los primeros meses del año se incrementó 20 por ciento el número de pasajeros respecto del año pasado. La huella de carbono de persona por un viaje redondo de Guadalajara a la Ciudad de México es de un cuarto de tonelada de dióxido de carbono.
Compras por Internet. Se calcula que una búsqueda de Internet emite 0.2 gramos de dióxido de carbono, por lo que el uso del Internet es responsable de 7 por ciento de las emisiones. El uso de tecnologías para revisar catálogos y comparar artículos individuales provenientes desde el otro lado del mundo debe pensarse seriamente.
Llenar el vacío ético que ha calado a nivel planetario merece una acción política de los ciudadanos, no sólo para presionar a nuestros gobiernos a cambiar los modelos de bienestar, sino para que nuestras acciones responsables tengan un eco en las políticas públicas y se detenga la degradación de la vida.
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