Las elecciones de 2024 tenderán a ser más rudas, despiadadas y desinformadoras que las anteriores. La millonaria industria de la desinformación está aceitada para continuar con la aplicación de distintas estrategias de agresión a través de las redes sociales. Los que están en la mira son los candidatos a los cargos más relevantes, autoridades electorales, políticos de los diferentes partidos, agrupaciones políticas, medios informativos, opinadores y periodistas. Las campañas de guerra sucia con andanadas de mentiras y descalificaciones aumentarán. La nueva tecnología que entra a las batallas electorales es la inteligencia artificial.
Uno de los expertos en el tema, Alberto Escorcia, pronostica que las de 2024 serán las elecciones “más manipuladas” en México. Está en riesgo la libertad de elegir a tal o cual candidato, pues podría ganar el que más manipule a los votantes, lo cual se ha normalizado.
Añade que lamentablemente muchos estudiantes de comunicación y ex periodistas participan en la industria de la desinformación. Sin justificarlos, advierte que, por la precarización en los medios informativos, encuentran empleo en el negocio de la mentira, y menciona que le han argumentado que por “necesidad” se involucran. Observan el empleo como cualquier otro, en el que Escorcia estima laboran en México alrededor de 10 mil personas.
Explica que como los políticos no saben comunicarse a través de las nuevas y dinámicas herramientas digitales, se apoyan en sus encargados de comunicación social o de relaciones públicas, que suelen acudir a agencias de publicidad o de comunicación que abundan en la Ciudad de México o Zapopan, donde recuerda opera Indatcom, ligada a las campañas de Movimiento Ciudadano y el gobierno de Jalisco. Estas tienen una “carpeta oculta”, donde intermediarios están vinculados a otras empresas pequeñas, clandestinas, dedicadas a la desinformación, la publicidad, a producir spam, a generar campañas de agresiones, etcétera, que cuentan con expertos en ataques, amenazas, destrucción de la imagen de personas, etcétera.
Tales empresas ilegales emplean a personas que administran grupos de WhatsApp, Facebook, Telegram, X, Instagram, correos electrónicos, etcétera. Las tareas están divididas: unos investigan a las víctimas, diseñan mensajes y los hacen llegar a los operadores, el último eslabón de las cadenas que se dedican a difundirlos. Cada operador puede enviar alrededor de 500 mensajes por jornada, distribuidos en un máximo de 50 diferentes cuentas. ¿Cuántas cuentas están activas para las guerras sucias digitales en vigor? Calcula que 5 millones.
De los ataques nadie se salva. Sus víctimas pueden ser de izquierda o derecha, alguna celebridad de los espectáculos o del deporte (sobre todo futbol), una persona particular, un funcionario o un grupo en especial. Los operadores de las campañas sucias perciben muchos más ingresos económicos que si trabajaran en un medio informativo o una agencia de publicidad.
Aclara Escorcia que los programas informáticos o bots ya no existen y que eran fáciles de detectarse. Cyborg es el nombre técnico de la persona que maneja diversos perfiles y cuentas en redes sociales, que recibe una línea argumentativa o narrativa que repite con su propia creatividad en las redes digitales. Si el cyborg es hábil para diseñar memes o videos falsos, con inteligencia artificial, por ejemplo, tiene un plus. Antes eran adolescentes los contratados, pero actualmente es otro su perfil.
Los usuarios de las redes sociales solo vemos los efectos de los ataques, pero desconocemos qué está detrás, cómo se planean, quién las financia. Por ignorancia o por coincidir con los mensajes, usuarios replican los mensajes. Los electores tienen la difícil tarea de identificar si la pieza digital es parte de la guerra sucia o si es información real. Para los periodistas profesionales implica capacitarse para distinguir los mensajes que son propaganda o parte de la manipulación de los actores políticos del país que destinan millones de pesos para acceder al poder o llevar a un personaje afín. Las campañas siguen cambiando; el envilecimiento de los políticos tradicionales, no.
X: @SergioRenedDios
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