Esta semana hemos sido testigos de dos desenterramientos de sucesos ocurridos hace tiempo. El primero en fue la exhumación de un magnicidio en 1984: el asesinato del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, ocurrido en Tijuana, en Lomas Taurinas. El segundo, más reciente, en 2006, para rememorar el presunto apoyo del narco a la campaña presidencial del actual presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
El primero fue revivido por Morena a través de la Fiscalía General de la República (FGR), al desechar la teoría del tirador solitario (Mario Aburto) y denunciar a Jorge Antonio Sánchez Ortega, entonces delegado del Cisen, como segundo tirador. ¿Por qué se reabre el caso cuando Aburto cumplirá, el próximo 23 de marzo, 30 años de prisión que, de acuerdo con el Código Penal de Baja California, es la pena máxima? Adivinó, estimado lector, porque se ha abierto la temporada de caza (elecciones) y de lo que se trata es atacar, desprestigiar y liquidar a la oposición. Sin embargo, en esta temporada también puede darse un balazo en el pie o que salga el tiro por la culata.
La estrategia electoral es clara: ante las acusaciones recurrentes de los hijos de AMLO de incurrir en el tráfico de influencias (también es corrupción) y que contrariaron al inquilino de Palacio Nacional, se trata de encontrar un distractor para desviar la atención de las acusaciones contra su prole, estrategia que está dando resultados (¿quién se acuerda de los vástagos del presidente?).
No obstante, Luis Donaldo Colosio Riojas –hijo del candidato asesinado–, actual candidato al Senado, con toda la madurez del mundo, pidió a AMLO que indulte al asesino de su padre para que su familia y México sanen, que “iniciemos un camino hacia la reconciliación a través del perdón” (una posición que rememora al líder sudafricano Nelson Mandela) y pidió no politizar el magnicidio.
Por otro lado, un juez desestimó la solicitud, alegando que la única evidencia presentada por la FGR, que consistía en el testimonio de una mujer, carece de fiabilidad debido a que fue alterada 25 años después.
El segundo caso fue la publicación del dos veces laureado con el Pulitzer Tim Golden, de un texto que, como toda buena investigación, debe comenzar con una pregunta que tituló: “¿Entregaron los narcotraficantes millones de dólares a la primera campaña del presidente mexicano López Obrador?” (https://lc.cx/4upifp). Los argumentos usados por el escritor para sustentar sus dichos se basan en “documentos oficiales” y entrevistas con “oficiales estadounidenses y mexicanos”, basadas en un testigo protegido de una investigación de la DEA en 2009-2010.
¿Por qué desenterrar una investigación de entonces? No es factible que tenga fines electorales. En su momento desistieron de la pesquisa porque, de resultar exitosa, “sería vista por los mexicanos como una indignante intromisión en su política por parte de Estados Unidos”. ¿Y qué pasa una vez que AMLO termine su sexenio? Recordemos las palabras de la directora de la DEA, Anne Milgram:
“...este es un mensaje claro para cualquier líder extranjero... si protege a los cárteles, si acepta sobornos, si toma dinero de ellos para su elección... entonces la DEA no se detendrá para hacerlo responsable de esos crímenes”. Esto, cuando detuvieron al ex presidente de Honduras.
En fin, estamos en temporada de caza y muchas más cosas saldrán a la luz de aquí hasta que se realicen las elecciones el 2 de junio.
Ex abrupto: “…tengo una audioteca. Si quieren, le seguimos” (Sanjuana Martínez dixit) a propósito de la denuncia de los moches en Notimex.
X: @Ismaelortizbarb
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