La respuesta de Rie Kudan no dio pie a ninguna interpretación o especulación. “Pienso seguir beneficiándome del uso de la inteligencia artificial en la escritura de mis novelas, al tiempo que dejo que mi creatividad se exprese al máximo”, declaró la escritora japonesa, quien a mediados de enero fue galardonada con el Premio Akutagawa a la mejor obra de ficción de un escritor novel prometedor.
No pocos medios alrededor del mundo dieron cuenta de esta noticia. La joven de 33 años ganó este reconocimiento y, al hacerlo, confesó que 5 por ciento de la obra con la que había ganado se había hecho con inteligencia artificial (IA), específicamente con la ayuda del ChatGPT.
La obra en cuestión se llama Tokyo Sympathy Tower y trata sobre los dilemas de un arquitecto encargado de construir una prisión de gran altura en Tokio donde se rehabilita a los infractores de la ley, y tiene a la propia IA como tema principal.
Ante el revuelo generado a favor y en contra del uso de esta herramienta, Keiichiro Hirano, escritor y parte de la comisión del premio, afirmó que no veían el uso de la IA como un problema. “Habrá problemas con ese tipo de uso en el futuro, pero no es el caso de Tokyo Sympathy Tower”.
El año pasado, en este mismo espacio, conté del fotógrafo Boris Eldagsen, quien ganó una de las categorías del Sony World Photography Award, para luego rechazar el galardón e informar que la imagen con la que ganó no era una fotografía, sino una creación hecha a base de inteligencia artificial, emulando técnicas fotográficas.
He conocido casos, sobre todo de un par de reporteros, que son (o eran, porque no sé en qué andan ahora) brillantes para conseguir información, para platicar con las personas y conectar con ellas, para obtener historias profundas, interesantes, singulares, divertidas. Cuando las contaban de viva voz eran una gozada… Pero luego las ponían en papel y te dabas cuenta de que no tenían habilidades para ello (tal vez el medio escrito no era su medio, pero ese es otro tema).
¿Podríamos acusarlos si, en estos tiempos, se auxiliaran de la IA para llevar esas historias por escrito? ¿Qué tanto sería menos suyo ese reportaje si ellos alimentaron todo, dieron toda la materia prima, y mediante una herramienta externa le dieron forma? ¿Es menos suyo el análisis estadístico de un economista si lo hizo con programas que ordenan datos, interpretan, entregan gráficos y los nutrió él mismo después de horas, meses de trabajo?
Pienso en otras herramientas, como los escritores fantasma, esos hombres y mujeres que escriben por otros, que firman acuerdos que les impiden decir que lo hicieron. ¿Es más o menos ético que usar la inteligencia artificial?
El uso de la IA para crear, acompañar, asesorar o ayudar en el arte ya es una realidad a la que es imposible negarse. El punto, ahora, es definir cuáles son los límites que tendrá ésta y, problema aparte, ponernos de acuerdo sobre cómo también deben ser planteados esos lineamientos.
Pero tengo la sensación, por lo que he estado leyendo de este caso, de que Kudan utilizó la IA cuando el personaje de su novela, el arquitecto de la prisión, recurre a ésta también. ¿No hay, entonces, un realismo incomparable? ¿Hay trampa en eso? ¿No los escritores suelen ir a las fuentes exactas para construir sus personajes, documentarse de aquello específico sobre lo que cuentan?
Y aunque habrá que esperar a leer el libro, me parece una movida muy interesante que una novela de ciencia ficción sobre inteligencia artificial haya sido planteada con ayuda de la inteligencia artificial.
Una audaz ironía.
X: @perlavelasco
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