Los gobiernos populistas creen sólo en aquello que de ellos emana. Niegan y reniegan de todo lo que los contradice, por más evidente que sea la realidad, y predican su verdad a los cuatro vientos tratando de mantener adoctrinado a todo aquel incauto que caiga en la mentira.
Así, Andrés Manuel López Obrador asegura que la concentración del pasado 18 de febrero en el Zócalo de la Ciudad de México fue un fracaso, pues, según él, hubo muy poca gente. Esto a pesar de las imágenes que circularon abundantemente en redes sociales y de lo que hemos dado testimonio todos los que ahí estuvimos.
El éxito no nada más fue en la CDMX, también se obtuvo en todas las más de 120 ciudades de México y el mundo en las que los mexicanos y muchos simpatizantes extranjeros manifestamos repudio a los atentados contra nuestra democracia y sus instituciones.
El presidente se niega a ver lo evidente –fuimos cientos de miles los manifestantes en el país– y a escuchar las consignas populares en su contra, pues desde los asistentes a la concentración surgió espontáneo el grito: “narcopresidente… narcopresidente” que coreaban en el Zócalo los ciudadanos de a pie, sin que fuera necesario que desde los micrófonos los arengaran las voces de los organizadores.
No es lo único que AMLO y su gobierno niegan. Desde semanas atrás surgió el tema del financiamiento irregular –por decir lo menos– a la campaña de López Obrador en 2006. Una investigación periodística de un diario extranjero dijo que la Drug Enforcement Administration (DEA) realizó una revisión de los recursos con los que contó para la contienda y el posterior conflicto que paralizó por meses el emblemático Paseo de la Reforma en el entonces Distrito Federal. De ahí surgió que se encontraron recursos provenientes de varios grupos del narcotráfico. Por más esfuerzos que realizaron desde el gobierno para desmentir, por un lado, y, por el otro, desviar la atención, el asunto se mantuvo en la agenda durante un par de semanas.
El asunto no quedó ahí. Ahora recobra vigencia a raíz de un reporte periodístico publicado en el prestigiado diario New York Times (NYT) en el cual se establece que una nueva investigación de la DEA encontró financiamiento de las organizaciones criminales para la campaña de AMLO en 2018. Señala la reportera que se obtuvieron testimonios acerca de los vínculos de operadores muy cercanos al presidente que fueron quienes recibieron sumas millonarias para sus recorridos proselitistas en aquella elección.
En la investigación se asegura que existen diversos testimonios y pruebas, que incluyen videos en los que se ve a los hijos de López Obrador conviviendo con los capos y recibiendo los “apoyos” aun después de 2018, cuando López ya era presidente del país.
El NYT informó a López Obrador de la inminente publicación de la pieza y le dio la oportunidad de contar su versión sobre los hechos, solicitándole que respondiera a una serie de preguntas al respecto que le mandaron. No le respondió al medio por escrito, como se solicitaba, sino que lo hizo en su famosa conferencia de prensa mañanera, en la que despotricó en contra del periódico, de la DEA e incluso dudó del presidente Biden.
Así las cosas, es claro que el presidente y su equipo no le entran a lo que no les gusta o no les conviene. Toman a burla los asuntos serios y les restan importancia frente a las cámaras que dan cobertura a las interminables mañaneras. No sólo la imagen López Obrador está por los suelos, también la de la institución presidencial ha quedado en el descrédito y, al parecer, AMLO no está dispuesto a llevar a cabo ninguna acción para restaurar ninguna de las dos.
Afortunadamente cada vez hay más mexicanos que ya no le creen y consideran que es necesario cambiar de aires en el gobierno del país.
Así sea.
X: @benortega
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