La semana pasada, en medio de una documentada crisis hídrica por la que atraviesa el país, tanto el gobernador del estado de Jalisco como el presidente de la República Mexicana dijeron haber cumplido su responsabilidad de hacer llegar agua a una de las grandes urbes del país.
Hablaban así al inaugurar el acueducto El Salto-Calderón y la planta de bombeo El Salto, que juntas, dicen, garantizan el abasto de agua a Guadalajara.
La solución técnica de abasto del agua quedó clara, pero merece complementarse con una política que haga comprender la situación de amenaza que acecha al país y a Jalisco por la escasez del agua.
Sin una campaña intensa educativa sobre el cuidado del agua, esta política de llevar agua de un sitio a otro será como como andar cosechando sin sembrar, en medio de la escasez. Según datos del Instituto de Recursos Mundiales de 2023, México se sitúa dentro de los 24 países con estrés hídrico, 15 estados mexicanos extraen 80 por ciento del agua disponible almacenada, entre los que se encuentra Jalisco, además de Nuevo León, Baja California Sur, Guanajuato, Ciudad de México, Aguascalientes, Estado de México, Querétaro, Zacatecas, Chihuahua, Hidalgo, Sonora, Sinaloa, Morelos y Tamaulipas.
Por más popular que sea la política de llevarse el agua de un sitio a otro, porque muestra acciones inmediatas para remediar una carencia sufrida por muchos es, sin embargo, altamente ineficiente porque genera conflictos, no genera responsabilidades en quienes la reciben y sobre todo, pierde de vista que el agua se produce dentro de un ciclo natural. No se puede producir agua si no es a través de él. Si éste no se repone, no se cuida, no se recarga, no hay manera de cosechar agua.
Ninguna de las dos autoridades anunció, junto con la dolorosa medida de llevársela de un lado para entregarla a otro, otras medidas para “sembrar agua”. En la Zona Metropolitana de Guadalajara se ha hecho lo contrario: no se ha tenido una política firme para preservar las zonas de recarga de agua. Por ejemplo, se han cedido espacios para la construcción de fraccionamientos dentro del bosque La Primavera y otros sitios de infiltración acuífera. Estos desarrollos no consideran infraestructura para favorecer que el agua pase al subsuelo, rellenan arroyos, talan árboles sin remediación y abren nuevas zonas de invasión al bosque, bajo la concesión corrupta de las autoridades municipales.
Pero tampoco se ha cuidado a los manantiales. El 9 de abril de 2016, NTR publicó que en el venero El Chorrito, en Atemajac, municipio de Guadalajara, se desperdiciaban 1.3 litros de agua por minuto. El reportaje documentaba que en 1989 un investigador de la Universidad de Guadalajara señalaba que la zona tenía 30 manantiales que producían 530 litros de agua por segundo. El investigador Manuel Gómez Reyna relaciona este brote de agua gracias a la infiltración en la zona baja del bosque La Primavera, a la altura del estadio de las Chivas, por lo que esta zona debe resguardarse de los desarrollos urbanos.
Si el ciclo del agua debe resarcirse, las soluciones están más cerca del cuidado de las zonas de recarga y reserva urbanas, de la prevención de los incendios forestales y la rehabilitación de zonas siniestradas, del tratamiento de las aguas de desecho urbano e industrial, de limitar el uso desmedido de los ciudadanos, antes que la construcción de grandes obras.
¿Por qué las autoridades no emprendieron una intensa campaña educativa para comprender cómo se produce el agua en la localidad, cómo debe cuidarse y cómo debe limpiarse?
Quizás porque la educación es subversiva, exige la vigilancia ante la corrupción y el cumplimiento de la ley, tanto como ampliar los marcos de protección de la naturaleza. Entonces, comencemos los ciudadanos a hacer esta campaña del agua.
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