La intención fue motivo de aplauso: parecía ser una buena idea convocar a muy diversos sectores de la sociedad para celebrar conjuntamente el bicentenario de la creación del “Estado Libre de Xalisco”. Vale aclarar que la incorporación del vocablo y aquello de “soberano” se incluyó casi cuatro lustros después.
Ver a tanta gente de calidad y presencia social congregada, en la gigantesca comisión que se formó, permitió aspirar a que, al terminar 2023, quedara una estela de actividades sumamente lucidoras y la conciencia plena de que su existencia debía ser motivo de orgullo.
Sin embargo, desde el principio en ese tipo de festejos, de manera discreta para no convertirse en “aves de mal agüero”, no faltó quien se preocupó por que el proceso comenzaba “al cuarto para las doce”. De hecho, cuando se creó, dos años atrás, una comisión para celebrar la consumación de la Independencia, con los mismos líderes que tendría después la “celebración del bicentenario” se pensó que desde entonces se agarraría vuelo, pero no fue así.
La verdad es que la dicha celebración del bicentenario de la Independencia pasó sin pena ni gloria, de manera que, cuando supimos que los mismos capos de la cultura emprendían a la par con el año ya empezado la del bicentenario, no dejamos de tener dudas que, desafortunadamente, se fueron consolidando en el paso del tiempo.
De entrada las fechas clave de junio pasaron casi desapercibidas para la mayor parte de la población. Más aun, de no haber sido por el Congreso del Estado, que se tomó más en serio la conmemoración y hasta donde lo permitía su atribución, también la Secretaría General de Gobierno, el resultado habría sido aún más deslucido. Es de lamentar que otras dependencias, como la Secretaría de Cultura y la de Educación, entre otras, se quedaran “chiflando en la loma”. Bien pudieron también haber echado las campanas a vuelo e incluso llevado el conocimiento de las efemérides a todos los rincones del estado.
Sin embargo, ambas argumentan ahora que era la comisión creada ex profeso la responsable y de ella se supo muy poco. Suponemos que, después de tanta alharaca, los capos de marras rendirán un informe a la ciudadanía y, a lo mejor, nos enteramos de actividades de las que no nos percatamos en su momento por su discreción… Tal vez tengamos noticias de muchos libros importantes sobre el tema que están por salir, material de difusión al respecto, obras de arte que se exhibirán pronto, qué sé yo. ¡Cuántas cosas podrían haberse hecho si al frente de la comisión se hubiese puesto gente más trabajadora que figuradora! Dicho de otro modo, gente que sepa lo que hay que hacer en vez de recurrir solamente al “jarabe de pico”.
El quehacer social difiere precisamente del mencionado jarabe de pico al que algunos recurren en sus iglesias haciendo caso omiso del instrumento que inventó el tal Gutenberg a fines del siglo 15 y sus derivados, hasta cibernéticos, del día de hoy, útiles para difundir los conocimientos… cuando éstos se tienen.
De la comisión emergió la idea más destacada: cambiar el nombre del Parque de la Solidaridad Iberoamericana, que conmemora el hecho de que Guadalajara fue durante unos días el meollo de una corriente latinoamericanista que iba mejor de lo que llegó a resultar, pero el caso es que el ideario subsiste, mas en su lugar, a la sugerencia de la estulticia de los jefes de la comisión, le pusieron al dicho parque el de un aventurero español de la peor ralea, iturbidista y arrimado, al que la Federación mexicana sacó del mapa como correspondía. Nuestro gobierno de Jalisco le faltó al respeto a la historia y se pasó por el arco del triunfo el esfuerzo en verdad liberal de la tercera década del siglo 19 mexicano.
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