En este periodo electoral y en medio de la sensibilidad sobre la escasez del agua a nivel local y mundial, el agua como promesa ha ganado peso entre quienes contienden a un puesto político. Sin embargo, la visión con la que tratan sus propuestas y soluciones parece llegar al mismo escenario de escasez e irresponsabilidad que caracteriza hoy a políticos y ciudadanos.
En las pasadas elecciones federales y locales de 2018 el agua figuraba en las campañas especialmente en torno al saneamiento y a formar una cultura, de acuerdo con el análisis de la organización Jalisco Cómo Vamos.
En las presentes elecciones, un estudio publicado por la revista Merca2.0 analizó las propuestas de las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República en materia de agua y encontró cinco coincidencias: I) mejorar la gestión –algunos incluyen nuevos órganos de administración, como en el caso de Sheinbaum y Máynez–; II) modernizar la legislación, III) proteger los ecosistemas y cuerpos de agua, IV) fomento del reúso y tratamiento de agua y, V) invertir en infraestructura hídrica.
En la competencia por la gubernatura de Jalisco, quienes contienden han prometido “resolver el problema del agua” o “modernizar la infraestructura”.
Lo que se entiende es que quienes contienden a un puesto de elección popular se comprometen con sus votantes a abastecerlos de agua en cantidad y calidad suficientes.
El lenguaje de las campañas en general crea una realidad que no se puede sostener y es: que hay agua suficiente. Sin embargo, cada candidato o candidata es promovido como alguien que tiene el problema “en sus manos”, listo para resolverlo, en cuanto llegue al poder. En el lenguaje de promoción y de generación de expectativas no se permiten las limitaciones de la realidad, como sería partir de las tendencias a nivel mundial.
Si quienes aspiran al poder consideraran que la disponibilidad de agua por persona va a la baja (mientras en los años 60 cada persona disponía 10 mil metros cúbicos, hoy, de 4 mil litros y se espera que en 2030 la cantidad se reduzca a 3 mil, según cálculos del Banco Mundial), sus campañas serían serias y educativas, es decir, generarían corresponsabilidad entre los ciudadanos, a partir de conocer mejor su realidad.
Las acciones de reducción de agua, de reutilización, depuración, recolección, retención, reforestación y rehabilitación de ecosistemas; es decir, de restablecimiento del ciclo del agua deben establecerse a nivel de las prácticas. Esto es resolviendo y educando paralelamente para que resulten incluidas en una nueva cultura del ciclo del agua.
Las campañas tienen un efecto educativo, lamentablemente en este caso en menoscabo de la cultura del agua y de la política: mientras quienes disputan el poder político sigan pensando en administrar la abundancia, ahora del agua, habrá ciudadanos pasivos y demandantes de un trato paternalista, y habrá, por otro lado, ejercicios de gobierno (cuando las candidatas o candidatos lleguen al poder), sintiéndose nuevamente sorprendidos por la realidad que se les impone.
[email protected]
jl/I
|