El Ramadán, la Semana Santa y la Pascua judía coinciden en el mismo mes de marzo. Pero no significa nada esa coincidencia. No se traduce en nada para dar pasos hacia la paz.
La Pascua judía es una de las celebraciones más importantes para las comunidades judías. Conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto.
Por otra parte, el Ramadán fue el mes en el que el Corán fue revelado a Mahoma, según la tradición islámica. Se proponen crecer espiritualmente y establecer relaciones más sólidas con Alá. Lo hacen rezando y recitando el Corán.
Este año el Ramadán tendrá para ellos un sabor amargo por lo que sucede en la Franja de Gaza.
El teólogo latinoamericano Leonardo Boff hace un análisis profundo de la llamada teología del dominio, que explica en parte la situación actual en Gaza.
Para él, el actual conflicto entre el Estado sionista de Israel y la Franja de Gaza, con características de genocidio de palestinos, ha reforzado la tesis de que se ha pasado de la teoría de la prosperidad compartida a la teología de la dominación.
Y argumenta: “Se sabe desde hace mucho tiempo que Benjamín Netanyahu es un sionista radical de extrema derecha que expresó su proyecto de restaurar a Israel a las dimensiones que poseía, en su apogeo, en la época de David y Salomón. De ahí su apoyo irrestricto a la expulsión y colonización de territorios con población árabe musulmana”.
La teología del dominio nació en Estados Unidos alrededor de la década de 1970 en un contexto de reconstruccionismo cristiano calvinista, en las postrimerías del siglo 20.
Describe el teólogo Boff que esta teología agrupa varias tendencias cristianas fundamentalistas, entre ellas los católicos integristas que postulan una política exclusivamente religiosa, con base bíblica. En otras palabras, es una ideología totalizadora en el campo de la política y las costumbres.
Está basado en el primer capítulo del Génesis, que hace referencia directamente al dominio:
“Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que señoree en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados, en todos los animales salvajes y en todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: Fructificad y multiplicaos, llenad y sojuzgad la tierra, sobre las aves del cielo y sobre todo lo que vive en la tierra”.
Este texto, tal como está, legitima todo tipo de dominación y sirvió a los desarrollistas como argumento para su proyecto de crecimiento ilimitado.
Y explica Leonardo Boff que el texto, interpretado hermenéuticamente, muestra la falacia de la teología del dominio. El texto debe interpretarse desde la perspectiva de la afirmación del ser humano creado “a imagen y semejanza de Dios”.
Para “dominar”, usa la palabra hebrea radash (Génesis 1:26) que significa gobernar, así como el Creador gobierna su creación. Para sojuzgar utiliza el término kabash en hebreo (Génesis 1:28), que significa actuar como un buen rey, no dominante, que mira sabiamente a sus súbditos.
Y reitera: “Aquí no hay base para el dominio, al contrario, lo niega en favor de la convivencia armoniosa entre todos”.
Y concluye que este análisis basado en el hebreo es decisivo para quitarle la bandera a una interpretación fundamentalista fuera de tiempo, al servicio de un sentido político, totalitario y excluyente de dominio sobre las personas y la Tierra, como si fuera un proyecto de Dios.
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