Las discusiones sobre lo ocurrido en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, de nuevo exhiben las miserias humanas. Donde lo que importa más no son las atrocidades cometidas ahí, sino si fue o no un campo de exterminio. Donde en redes sociales la disputa es sobre si había o no hornos crematorios, sin importar que en ese lugar fueron asesinadas personas, en su mayoría al parecer jóvenes. Donde los bandos se dividen en, unos, favorecedores de la narrativa presidencial y de Morena, o los de la oposición, sea o no partidista, haciendo ambas posturas a un lado el sufrimiento de las familias que tienen desaparecido a uno o a más integrantes.
En realidad, no han sido discusiones, sino intercambios de epítetos, descalificaciones al por mayor, frases condenatorias, basura agresiva, donde lo menos relevante es poner en el centro a los seres humanos que sufrieron en ese rancho. Donde lo que se pretende es propagandizar, a favor o en contra, de lo que señalen las autoridades y sus aplaudidores, o lo que aseguren las críticas grandilocuentes de quienes desde diversas trincheras opositoras buscan enlodar e imponer su punto de vista. En las discusiones en redes sociales sobre diversos temas, como el de Teuchitlán, lo primero que muere es la aproximación a la verdad.
Una narrativa, la oficial, busca minimizar lo ocurrido en el Rancho Izaguirre; otra, mentir y magnificarlo lo más posible. Se ha llegado a tal punto que los peritos de todo, los expertos en cualquier tema, los sabios apostados detrás de una computadora o un aparato móvil se han dedicado con saña a descalificar al colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, porque puso al descubierto lo que escondía ese rancho. En vez de apoyar o agradecer a los y las buscadoras, están lanzando una campaña de difamación y descrédito sin precedentes, a través de ataques cibernéticos y manipulación de la información, como ha denunciado el colectivo.
Descubrir restos óseos y hornos con cenizas en el rancho, hacer el trabajo que no hicieron las autoridades responsables, buscar la verdad de lo acontecido, demandar justicia para las víctimas, implicó para el colectivo contradecir la narrativa oficial, porque tiene elementos para sustentarlo. Con base en su conocimiento, evidencias y experiencia reveló la monstruosidad que halló en Teuchitlán. Abrir otra puerta del infierno requiere mucho valor.
El secretario federal de Seguridad ha confirmado que las personas engañadas con falsas promesas de trabajo fueron sometidas en el rancho a torturas y si se negaban al entrenamiento, eran asesinadas. ¿Cuántos asesinatos se necesitan para que el lugar sea denominado centro de exterminio? ¿Uno, cinco, 20, 50, 80, 120 o más? Que haya víctimas, seres humanos a quienes el Estado mexicano no protegió; que se conozcan las omisiones y complicidades; que exista justicia para las víctimas es lo que debiera importar.
Qué lamentable papel el de acríticos reporteros, medios informativos e influencers que acudieron al rancho cual voceros oficiales. Informaron sin antecedentes ni contexto, vieron lo que se les dejó ver del teatro montado que lastimó a las familias que acudieron en busca de información sobre su gente desaparecida. Lo importante de muchas noticias y mensajes en redes sociales no fueron las personas, sino el espectáculo irrespetuoso y legitimar la narrativa del poder.
X: @SergioRenedDios
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