Recientemente la lectura del territorio mexicano ha sido marcada por los horrores de la exacerbada violencia o por la contaminación, que afectan severamente a la salud de comunidades enteras.
No sin razón se ha denunciado la degradación de territorios y se han generado mapas de la contaminación, y también se han generado mapas de la violencia. Regiones enteras son marcadas por su alta peligrosidad causada por la delincuencia o por sus procesos de degradación ambiental.
El mapeo ha servido para que la sociedad vigile, exija soluciones a las autoridades y la atención de estos problemas.
Sin negar esta pertinencia social y ambiental, lecturas simplistas de esta información han generado estigmas sobre los territorios señalados.
Esta interpretación impide conocer la resistencia cultural que comunidades enteras han construido a partir de la conexión con la naturaleza, específicamente de la riqueza específica que habita en esos territorios.
Me referiré a tres ejemplos que cambian por completo el significado del horror que, sin negar que debe continuar la exigencia por conseguir justicia y paz, demanda una lectura más integral de las comunidades y sus territorios.
En Puebla, Cuetzalan. Zona serrana, con presencia indígena y mestiza. Región donde habitan las abejas sin aguijón, características de América.
Algunas comunidades humanas comparten su vivienda con estas abejas, en una especie de simbiosis aprendida históricamente. Ellos dicen que ellas los eligen. Esto es, sólo si las familias están dispuestas a cultivar flores en sus traspatios, libres de plagas y aseados, si les dan un techo, si les hablan diario con estima y si mantienen la “armonía” en sus hogares, se evita que estos insectos las abandonen. En ese afán han generado rituales para cosechar la preciada miel que tiene especial aplicación médica y veterinaria. Además, han aprendido que estas abejas no se explotan, sino que su limitada miel provee de salud corporal y espiritual a quienes las hospedan. Sólo así las poblaciones de abejas aumentan.
En Jalisco, Teuchitlán. Zona de ríos y nacimiento de agua. Zona arqueológica de pirámides circulares, llamadas Guachimontones, un complejo prehispánico importante que da testimonio de la importancia que las culturas daban al viento y al agua. Productoras de prácticas que podríamos llamar agricultura sostenible, a manera de chinampas. En Teuchitlán se conservan fiestas dedicadas a la cosecha del policultivo (maíz/frijol) que conservan el suelo, el agua y la biodiversidad.
También en Jalisco, la cuenca del río Santiago. El Salto. Sitio de riqueza ecosistémica. Lugar donde el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco ha rescatado una osamenta de Mamut Columbi. Esta localidad cuenta con una gran comunidad que defiende el patrimonio biocultural de la zona. Ha generado información técnica y educativa para dar a conocer que El Salto cuenta con vida. Con biodiversidad que se mantiene con prácticas y saberes históricos.
Muchas comunidades de Jalisco y del país conservan vivo el patrimonio biocultural, mismo que requerimos sumar al reclamo de justicia y paz.
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