A Delmar
Che, ¿sabés aquella que dice “te juro que dormir casi no puedo”? Volvió a sonar la voz, a esas alturas ya medio aguardentosa, de quien sería años después mi compadre y, como nos decíamos, mi hermano: él, uruguayo y yo, mexicano. Estábamos en la inauguración de una tienda de renta de videos, a finales de los ochenta, de la que yo era copropietario.
Cuando lo conocí le daba pavor la migra, de manera que cuando alguien de su trabajo le preguntaba de dónde era y se interesaba por su situación, abandonaba la chamba por temor a que lo deportaran. Le ofrecí apoyo para obtener su visa FM2 y lo invité a trabajar en el negocio que teníamos de venta de películas a videoclubes, “al fin que yo ya sé que andas chueco –le dije–, puedes trabajar aquí mientras sale tu documento”.
Al uruguayo le gustaba la bohemia, como a mí, de manera que íbamos juntos al piano bar, donde fuimos construyendo amistad con otros aficionados y con los pianistas que ambientaban esos lugares. Teníamos reservados lugares en la barra del piano y todos los jueves llegábamos puntuales a echar cantada, junto con otros bohemios, hasta que nos echaban o, a veces, cerraban y permanecíamos dentro para seguir con la música.
Como era de esperarse, mi compadre era admirador de su paisano Pepe Mujica y frecuentemente conversábamos sobre lo que éste hacía o dejaba de hacer y analizábamos juntos la situación del Uruguay, tanto durante el gobierno del presidente Mujica, como después, comparando el nuevo gobierno con el del gran Pepe.
El fallecimiento la semana pasada de Pepe Mujica, después de dar batalla a un cáncer durante varios años, me trajo a la mente aquellas charlas, tan frescas como si hubiesen ocurrido apenas ayer. La historia de Pepe Mujica es la de un héroe para su pueblo: su paso por la guerrilla de los Tupamaros, las acciones contra la dictadura en las que participó, sus años en cautiverio sufriendo tortura, su salida, su actividad política que lo llevó a ganar la Presidencia de su país y su desempeño ejemplar al frente del Ejecutivo avalan el cariño que le tiene el pueblo en Uruguay.
En las charlas con mi compadre hablábamos de la gran sencillez con la que vivía el presidente Mujica. Que predicaba con el ejemplo y no admitía ninguno de los lujos que conlleva la posición de presidente, Pepe se trasladaba en su propio automóvil, un vocho, si no recuerdo mal, viajaba en avión comercial en clase turista, y dejaba de lado todos los lujos a los que pudo haber tenido acceso. En fin, el cáncer se lo llevó a los 89 años.
A mi compadre no le fue bien en los últimos años. La Covid le detonó enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), con cualquier contagio de gripe iba a dar al hospital para prevenir que el resfriado se convirtiera en neumonía. Vivió sus últimos años encerrado temeroso de pescar algún contagio si salía; incluso no recibía visitas por la misma razón. Casi con cualquier esfuerzo se sofocaba y le faltaba el aire sólo de contestar el teléfono.
Se nos adelantó en noviembre pasado. Descansa en paz.
Así sea.
X: @benortegaruiz
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